Cómo pasamos del humanismo universalista a negar el progreso
Soy un izquierdista pasado de moda.
Creo en la redistribución de la riqueza, los impuestos redistributivos, el control estatal sobre las empresas, la atención sanitaria pagada por el estado, las universidades gratuitas, la anticoncepción, el aborto, la defensa del medio ambiente y la libertad de expresión. Entre otras causas progresistas.
Sin embargo, vengo sintiendo que la izquierda está abandonando estas causas tan valiosas en favor de otras mucho más cuestionables.
La ideología sin nombre
Una nueva ideología ha ido creciendo como un cáncer dentro de la izquierda, minando su fuerza y poniéndole a mucha gente en contra.
Ha sucedido lo impensable: la izquierda ha perdido a la clase trabajadora.
Los agricultores y trabajadores votan cada vez más a la derecha populista, que ya no es el típico conservadurismo, sino la derecha fascista y radical que representan Donald Trump en Estados Unidos y Vox en España. Fuera de Estados Unidos, los conservadores han estado en el poder en el Reino Unido desde el Brexit. La extrema derecha se ha apoderado de Italia, los Países Bajos y Hungría, y está en ascenso en Francia y España.
Es muy fácil achacar todo esto a la estupidez de los votantes. La verdad es que la izquierda también tiene la culpa. Ha estado abrazando ideas radicales y crípticas que son rechazadas por la gente común, mientras abandona a los pobres y a la clase media a los estragos del capitalismo.
Es difícil denunciar esta nueva ideología porque no tiene nombre. Finge que es sólo la izquierda de siempre. Que sus ideas son convencionales y de sentido común, por lo que nadie debería criticarlas.
La creciente polarización de la política crea un escenario de nosotros contra ellos en el que si uno se opone a estas ideas se le tacha de conservador.
En Estados Unidos se ha venido llamando a esta ideología 'wokenismo', que proviene de la palabra woke, que significa 'despertarse' o 'estar alerta'. Pero este término, que se empezó usando para oponerse al racimo, fue secuestrado por la derecha para atacar a la izquierda.
Descartando el progresismo
Puede que esta ideología sin nombre sea izquierdista pero, desde luego, no es progresista.
“El progresismo es una doctrina política y social orientada, generalmente, hacia el desarrollo de un estado del bienestar, la defensa de derechos civiles, la participación ciudadana y cierta redistribución de la riqueza. En este sentido, el progresismo defiende, en líneas generales, más equidad económica e igualdad social, así como también lo que se consideran mayores avances o progresos en materia sociocultural.” Progresismo, Wikipedia.
La base de esta ideología sin nombre es precisamente cuestionar el progreso. En particular, niega la capacidad de la ciencia para encontrar la verdad objetiva. También cuestiona las mejoras en la condición humana aportadas por la tecnología.
Así mismo, es crítica con el progreso social. Por ejemplo, cuestiona que el movimiento por derechos civiles de los Negros en Estados Unidos haya aportado mejoras reales respecto del racismo.
El libro 'La Trampa de la Identidad'
Finalmente, un artículo en The Atlantic por Yascha Mounk me llevó a su libro The Identity Trap. Explica bastante bien el funcionamiento interno de esta ideología sin nombre, que Mounk denomina Síntesis de Identidad.
En The Identity Trap, Mounk te lleva a través de los orígenes de la Síntesis de Identidad en sus sucesivas etapas. Luego explica cómo invadió primero las universidades y luego la sociedad en general. El libro termina con una refutación exhaustiva de esta ideología y una hoja de ruta de lo que el progresismo puede hacer para recuperar el control de la izquierda.
Gran parte de lo que escribo en este artículo se basa en ese libro, pero agregaré mis propios ideas como científico y profesor universitario.
Sin embargo, utilizaré el término política identitaria en lugar de Síntesis de Identidad porque goza de más tracción y tiene su propia entrada en Wikipedia.
Aunque el libro The Identity Trap se refiere principalmente a la situación política en Estados Unidos, en España pasa algo parecido, llegándose incluso a mayores extremos en cuestiones de género. Por ejemplo, una Ley Contra la Violencia de Género no sería constitutional en Estados Unidos por romper el principio de igualdad ante la ley. Fuera de España no se acepta tanto la idea de que la violencia en las parejas se ejerce contra las mujeres por ser mujeres. Al contrario, en estudios científicos se la llama "intimate partner violence" - "violencia de pareja íntima" y no violencia de género (Pichon et al., 2020) .
Los siete temas de la política identitaria
Mounk identifica siete características principales de la Síntesis de Identidad:
Rechazo de la verdad objetiva. Basándose en el posmodernismo, afirma que la ciencia es simplemente otra “gran narrativa” creada por las estructuras de poder.
Usar el análisis del discurso con fines políticos. En lugar de defender a la libertad de expresión, declara que es necesario subyugar la verdad para lograr objetivos políticos.
Esencialismo estratégico. Si bien se niega que identidades como la raza y el género tengan existencia real, se las abraza con el objetivo de luchar contra las estructuras de opresión que las crearon.
Pesimismo sobre la superación del racismo, la misoginia y otras formas de intolerancia. Cuestiona los éxitos pasados del feminismo y del movimiento por los derechos civiles contra el racismo, afirmando que han sido secuestrados y pervertidos en beneficio de los opresores.
Políticas que distinguen a las personas en función de su identidad. En lugar de seguir luchando contra la segregación, la política identitaria quiere restablecerla porque las personas del mismo género o raza se entienden y luchan mejor cuando están juntas. Así, propone la creación de “espacios seguros” para mujeres y negros.
La interseccionalidad como estrategia de organización política. Dado que las diferentes formas de opresión se combinan entre sí (la idea original de interseccionalidad), luchar contra una forma de opresión requiere luchar contra todas las formas de opresión. Esto conduce a una división automática del mundo entre víctimas y opresores en todas las esferas de la vida.
Teoría del punto de vista, que afirma que las personas con identidades diferentes no pueden comunicar sus experiencias entre sí. También prioriza las “experiencias vividas” subjetivas sobre la objetividad científica basada en hechos.
Posmodernismo
Yascha Mounk sitúa el origen de la política identitaria en las ideas posmodernistas de la década de 1980, en particular las de Michel Foucault y Jean-François Lyotard.
En esencia, el posmodernismo representa un rechazo de la verdad objetiva y del izquierdismo universalista, que es lo que he estado llamando progresismo.
"La misión histórica de la izquierda consistió en ampliar el círculo de simpatía humana más allá de las fronteras de la familia, la tribu, la religión y la etnia". La trampa de la identidad, Yaksha Mounk.
Michel Foucault comenzó su carrera como marxista ortodoxo, pero finalmente se desencantó. Esto le llevó a una filosofía nihilista consistente en rechazar cualquier “gran narrativa” porque son secuestradas por los opresores para perpetuarse en el poder. En su libro Historia de la locura en la época clásica, Foucault explica que las grandes narrativas son ideologías que ofrecen una explicación integral de cómo funciona el mundo y qué hacer para mejorarlo. Por lo tanto, la ciencia ocupa un lugar destacado entre estas grandes narrativas. Pero también lo es cualquier idea de progreso social o moral.
Jean-François Lyotard, en su libro La condición posmoderna, descarta de manera similar la necesidad de “metanarrativas”, que son teorías que reúnen varias disciplinas bajo un entendimiento común. Cualquier teoría universalista de este tipo, afirmó, es sólo una opinión e inherentemente injusta.
Los principales ejemplos de grandes narrativas o metanarrativas son:
El progreso hacia la racionalidad prometido por la Ilustración.
La revolución socialista prometida por el marxismo.
El método científico como forma de determinar la verdad o falsedad de una afirmación.
Curiosamente, el rechazo de las grandes narrativas llevó al rechazo del esencialismo, que es la idea de que existen identidades estables como proletario, mujer o raza.
Según el posmodernismo, las etiquetas de identidad que utilizamos para darle sentido al mundo son una fuente de poder porque consagran las normas que crean la estructura moral de la sociedad.
Éste es el origen de la idea actual de que no existe el sexo biológico, porque “el género es una construcción social”. Es decir, el género es sólo una narrativa impuesta por la estructura de poder del patriarcado. De esta manera, el feminismo de la cuarta ola se ha convertido en una ideología anclada en el posmodernismo.
Sin embargo, si las identidades no son reales y el género y la raza son sólo ilusiones creadas por los opresores, ¿cómo llegamos a la política identitaria?
Ésta es una de las razones por la que la política identitaria se niega a etiquetarse a sí misma. No es sólo que, en esencia, no crea en las identidades. Es que adoptar cualquier etiqueta la convertiría en una gran narrativa, lo que sería una auto-contradicción. Por lo tanto, la política identitaria se camufla como una colección de ideas aparentemente inconexas que no puedan considerarse como una gran narrativa.
De todos modos, las identidades volvieron a entrar en la ecuación y, finalmente, se volvieron dominantes. Fue un proceso retorcido.
Poscolonialismo
Edward Said (1935-2003) fue un palestino-estadounidense educado en Princeton y Harvard.
Su libro Orientalismo, publicado en 1978, criticaba la noción de “Oriente” porque colocaba en la misma categoría las diversas culturas de los países árabes, India, China y Japón. Señaló, correctamente, que ver el mundo a través del lente de la civilización occidental crea una visión distorsionada en la que las culturas poco comprendidas se consideran inferiores.
Esto esconde una gran injusticia: cómo la idea de que Occidente tenía una cultura superior que necesitaba ser enseñada a otros países creó una justificación para la explotación colonial de esos países.
Sin embargo, esta crítica al supremacismo cultural occidental se utilizó para reforzar la idea posmodernista de las grandes narrativas. Y, en particular, que la ciencia era parte de la cultura occidental y debía ser rechazada. En realidad, la ciencia surgió de la fusión de la filosofía griega con los conocimientos árabes en astronomía, química y medicina, que a su vez fueron transmitidos desde las civilizaciones china e india. Tan pronto como la ciencia se desarrolló en Occidente, fue rápidamente adoptada por países como Japón, China e India. Por tanto, la ciencia es universal en su origen y aplicación, constituyendo una herramienta común para que toda la humanidad descubra y comparta verdades objetivas.
Otro desarrollo desafortunado de la idea de Said fue el inicio de la actual división de la humanidad entre víctimas y opresores.
Su objetivo era cambiar el discurso dominante para ayudar a los países colonizados. Sin embargo, a medida que la descolonización se impuso en la segunda mitad del siglo XX, los países anteriormente colonizados comenzaron a entablar guerras entre sí. Por ejemplo, India y Pakistán luchan entre sí, al igual que numerosos países africanos. Otros países, como la R.D. del Congo y Ruanda tuvieron sangrientas guerras civiles.
El marco víctima/opresor no es muy útil para entender estos conflictos, ya que el opresor de un año se convierte en víctima al año siguiente.
Cómo el esencialismo estratégico resucitó las identidades
Gayatri Chakravorty Spivak es una profesora de literatura india considerada uno de las intelectuales más influyentes del poscolonialismo.
Siguiendo los pasos de Said, argumentó que las masas oprimidas en Asia no podían darse el lujo de ignorar las señas de identidad, como lo hizo Foucault.
Aunque rechazó el esencialismo como discurso universal, de acuerdo con el posmodernismo, se dio cuenta de que los ciudadanos de la India, China y otros países asiáticos tenían que abrazar su identidad cultural para rescatarla de la influencia occidental. Había que apoyar la identidad de forma temporal y estratégica. Así nació el esencialismo estratégico.
Así es como el discurso víctima contra opresor de Said y Spivak condujo a la adopción de identidades que el posmodernismo había rechazado por considerarlas esencialistas.
Muy pronto, el feminismo y la lucha contra el racismo adoptaron el esencialismo estratégico.
Justo cuando los científicos estaban dispuestos a aceptar que las razas no tienen base biológica, los antirracistas las recuperaron para organizar su lucha política en torno a ellas.
Aparentemente, la coherencia intelectual puede sacrificarse en la lucha política para destronar a los opresores. A fin de cuentas, la racionalidad es algo propio de los científicos. Y la ciencia había sido descartada hacía tiempo por los posmodernistas.
Teoría Crítica de Raza
Derrick Bell (1930-2011) fue un abogado, profesor universitario y activista de derechos civiles.
En 1970, publicó Raza, racismo y derecho estadounidense, el libro que inició la Teoría Crítica de Raza. Afirmó que el progreso del movimiento por los derechos civiles fue sólo aparente porque no se tradujo en una mejora de las condiciones de los Negros. De hecho, este movimiento acabó trabajando a favor del racismo. Entre otras cosas, Bell afirmó que era un error convertir en el objetivo principal del anti-racismo la eliminación de la segregación en los colegios. Vio el racismo estadounidense como una condición permanente que simplemente cambia de forma para perpetuarse.
Así, aunque a menudo se afirma lo contrario, la Teoría Crítica de Raza apareció en oposición al movimiento de derechos civiles de Martin Luther King y Rosa Parks, no como una continuación del mismo.
La Teoría Crítica de la Raza aplica a la práctica jurídica las ideas del posmodernismo y la Teoría Crítica.
“En la década de 1970, Bell y estos otros juristas comenzaron a utilizar la frase 'Teoría Crítica de Raza' (CRT), una frase basada en estudios jurídicos críticos, una rama de la erudición jurídica, que desafía la validez de conceptos como racionalidad, verdad objetiva, y neutralidad judicial”. Desarrollo de la Teoría Crítica de Raza (traducido), Wikipedia.
Con el tiempo, la CRT dio lugar a ideas a menudo esgrimidas por la política identitaria, como las microagresiones, los sesgos implícitos y la interseccionalidad.
Interseccionalidad
Kimberlé Crenshaw (1959) es una profesora de derecho que utilizó la Teoría Crítica de Raza en su trabajo de investigación. Dio origen a la teoría interseccional, que afirma que diferentes formas de opresión se suman entre sí para crear una opresión aún más pronunciada.
Aunque la interseccionalidad es cierta en muchos casos, no explica el hecho de que a veces diferentes formas de opresión no se suman. Por ejemplo, los hombres negros suelen estar más oprimidos que las mujeres negras: la policía los mata y los encarcela con más frecuencia.
Sin embargo, el principal problema es que la interseccionalidad produjo dos ideas que Crenshaw no apoya.
Que el activismo contra una forma particular de opresión debe traducirse en la lucha contra todas las demás formas de opresión.
Que personas con identidades diferentes no pueden entender sus distintas experiencia vitales.
'Teoría del punto de vista' (Standpoint Theory)
Esta segunda idea se convirtió en la teoría del punto de vista.
La teoría del punto de vista afirma que “había ideas clave sobre el mundo social (e incluso eso sería necesario para corregir las injusticias) que los miembros de los grupos marginados nunca podrían comunicar a los miembros de los grupos dominantes”. La trampa de la identidad, Yascha Mounk.
Patricia Hill Collins (1948), entre otros, razonó que, dado que cada grupo experimenta diferentes combinaciones de opresión, la experiencia subjetiva no puede compartirse entre diferentes grupos de identidad.
Por lo tanto, los ideólogos de la política identitaria consagran la experiencia subjetiva como el árbitro último de la verdad. Por el contrario, la neurociencia ha documentado que la experiencia subjetiva no es fiable porque el cerebro tiene muchas formas de engañarse a sí mismo.
La teoría del punto de vista también ocupa un lugar preponderante en el feminismo de la cuarta ola. Critica la ciencia, argumentando que ha estado dominada por hombres con visión limitada por su género, de modo que han llegado a una visión distorsionada del mundo. En particular, dicen, la ciencia ha creado muchas creencias falsas sobre las mujeres y sus cuerpos.
Por supuesto que la ciencia comete errores todo el tiempo. Está en su naturaleza el constantemente probar ideas y descartarlas para eventualmente llegar a la verdad. Pero esto no les importa a las feministas. Para ellas, un error te condena para siempre.
Esta idea crece en el terreno fértil del rechazo a la ciencia promovido por el posmodernismo. Dado que no existe una verdad objetiva y que la ciencia ae equivoca, debemos tomar el testimonio de las mujeres al pie de la letra. Es el “creer a las mujeres” llevado al extremo.
Por supuesto, la teoría del punto de vista es válida sólo cuando consideramos la experiencia subjetiva de un individuo oprimido. La experiencia subjetiva de una persona que pertenece a un grupo opresor (hombres, blancos) está irremediablemente sujeta a prejuicios.
Ataques a la libertad de expresión
Los ataques contra la libertad de expresión son un elemento común de la derecha, principalmente en forma de prohibición de libros sobre sexualidad y derechos LGTB.
Sin embargo, también existe una larga tradición de ataques a la libertad de expresión en la izquierda radical.
Herbert Marcuse fue un filósofo que emigró a Estados Unidos desde Alemania. En su libro Tolerancia represiva, argumentó que la libertad de expresión no era posible en las democracias occidentales debido al dominio de los medios de comunicación por parte de las clases ricas. Propuso una revolución que llevaría al poder a un gobierno de izquierda que prohibiría la expresión y la reunión de cualquier grupo que se opusiera a sus objetivos políticos.
Stanley Fish se hizo cargo de las ideas de Marcuse, argumentando que el límite entre el discurso permitido y el discurso prohibido (como “gritar fuego en un cine lleno de gente”) es arbitrario y una cuestión de política.
Ibram X. Kendi es uno de los principales defensores del antirracismo y de la idea de que todos los blancos son racistas. Defiende la prohibición de las ideas racistas, que define en términos generales como todo lo que contradice su pensamiento.
Estas ideas se han infiltrado en la política identitaria en forma de un amplio desprecio por la libertad de expresión. Se considera algo secundario, o incluso opuesto, a la lucha por la liberación racial o el desmantelamiento del patriarcado.
El resultado fue la cultura de la cancelación: el permiso para atacar brutalmente a cualquiera que se desvíe del dogma políticamente correcto. Lo que ha llevado a muchas personas a perder sus carreras por expresar sus opiniones.
Por ejemplo, la bióloga evolutiva Carole Hooven tuvo que dejar la universidad de Harvard por enseñar que el sexo es binario, una opinión compartida por muchos científicos.
“Mientras algunos activistas insisten en que afirmar la realidad biológica del sexo 'binario' es completamente equivocado y pernicioso, la verdadera amenaza a la ciencia y a la dignidad humana es la idea de que para apoyar los derechos de cualquier persona debemos negar o ignorar la realidad.” Carole Hooven.
La negatividad y la ineficacia de la política identitaria
Por su propia esencia, la política identitaria está llena de negatividad. Sirve para criticar a la sociedad, cancelar personas y exigir privilegios, pero no para proponer soluciones. Ante problemas de la vida real, como la separación de familias inmigrantes o la invasión rusa de Ucrania, permanece desconcertada y en silencio.
A lo sumo, propone soluciones simbólicas, como pedir un alto el fuego en Gaza, sin explicar cómo resolver los problemas subyacentes, como la existencia de Israel como refugio para los judíos, y cómo sacar a los palestinos de su estatus de refugiados perennes.
En universidades y empresas americanas, La Teoría Crítica de Raza y la interseccionalidad han dado lugar a políticas de diversidad, equidad e inclusión (DEI) que son divisivas y obligan a las personas a declarar su apoyo por ideas con las que no están de acuerdo. DEI está llevando a profesores ponerles pleitos a sus universidades por restringir sus derechos académicos y amenazar sus empleos.
La política identitaria amenaza los valores clave de la democracia
La negación de la verdad objetiva y la ciencia por parte de la política identitaria de la izquierda refleja las mismas reacciones dela extrema derecha. La izquierda no puede criticar a los conservadores por negar la crisis climática y la eficacia de las vacunas mientras que se opone a la ciencia en temas que no le gusta.
Más concretamente, si no existe la verdad objetiva, el diálogo se vuelve imposible y nos vemos condenados a una lucha interminable entre ideas opuestas. La civilización occidental dejó atrás mil años de guerras religiosas cuando fue capaz de aceptar que hay mejores maneras de establecer la verdad que la fe y las creencias ciegas impuestas a base de la fuerza de los ejércitos.
La ciencia ha creado un compendio exhaustivo e internamente consistente de conocimientos sobre el mundo y sobre nosotros mismos basado en evidencia. Hoy en día, toda la humanidad puede progresar en base a una realidad compartida basada en los conocimientos científico. Los frutos tecnológicos de la ciencia se hacen públicos para que todos los compartan.
La política identitaria da un gran paso atrás al negar este conocimiento científico y volver a ideologías sostenidas por el poder político.
Lo que está en juego es nada menos que la base de nuestra civilización moderna.
La democracia se basa en reconocer el derecho a la libertad de expresión, que consiste en el derecho a tener opiniones diferentes.
Los derechos humanos se basan en el reconocimiento de que todos compartimos nuestra humanidad y tenemos intereses básicos comunes.
La política identitaria enfatiza las cosas que nos hacen diferentes unos de otros, en nombre de la diversidad. Incluso nos dice que estas diferencias son tan profundas que no podemos entendernos.
La política identitaria presenta a la sociedad como un juego de suma cero en el que la “equidad” se basa en privilegiar ciertas razas y géneros sobre otros.
Necesitamos purgar esta ideología nociva de la izquierda, no cancelando a sus defensores, como lo hacen ellos, sino debatiéndola públicamente. Como un vampiro, se marchitará bajo la luz del sol.
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