por Josep-Lluís Navarro, Catedrático de Lengua y Literatura Valenciana
Las preguntas de Aurora
“¿Qué se desea en aquello que ansiamos al buscar en los otros el reflejo de nuestros propios anhelos?”
“¿Qué carajo anhelamos cuando nos dejamos llevar hacia algún tipo de aventura insensata?”
Esto se pregunta Aurora, protagonista y narradora de La soledad de los espejos, la novela de René Guevara que tienen la suerte de tener ante sus ojos. Seguro que se dejarán llevar por su apasionada voz de buscadora y exploradora de la sensualidad extrema. El libro nos da acceso directo a la conciencia de Aurora, a su mente, a sus fantasías y emociones más íntimas, a sus verdades y sus dudas más profundas.
Aurora nos cuenta, con palabras de gran fuerza y belleza, un episodio clave que marcó su vida, a los 21-22 años, entre marzo y octubre de 1998. Lo escribe en una noche inspirada de enero de 2023, a los 46 años, poco antes de morir en la carretera. En estado de fluencia enfocada (de flow, según el excelente y exitoso libro de Mihaly Csikszentmihalyi, traducido como Fluir, en Kairós), nuestra protagonista se pone a ordenar, seleccionar y reconstruir sus recuerdos. Y lo hace para ajustar cuentas con ella misma, para “atreverme a contar de una vez” lo que vivió en aquellos meses decisivos que la cambiaron para siempre. Podríamos decir que estamos ante una Bildungsroman erótica de alto nivel.
René ha escrito una novela en tres partes, que corresponden a la clásica división en planteamiento (“El encuentro”), nudo (“El viaje vertical”) y desenlace (“La caída”). Pero la trama no es lineal, hay elipsis muy significativas, y en cada una de las tres partes hay algunas secciones o apartados que rompen la secuencia narrativa. Así, encontrarán, intercaladas en la narración, reflexiones y referencias al presente desde donde escribe, como también breves adelantos de su vida posterior a aquellos sucesos, trazando un arco que enlaza su tierna y ardiente juventud con su serena y lúcida madurez, “más o menos feliz”. Lo que vivió en aquella primavera/verano del 98 fue una intensa relación como sumisa con un hombre dominante que le doblaba la edad, Paolo.
De modo que estamos ante una ficción erótica BDSM, lo que antaño se llamaba S/M o sadomasoquismo. Tampoco se trata de encasillarla en una etiqueta o género, porque la obra va mucho más allá, como sugieren las preguntas del principio: no es una simple novela erótica, sino un texto mucho más rico y profundo de lo que abunda en tal género, donde realmente se toca la esencia de las personas y sus momentos vitales decisivos, las encrucijadas de su vida y el sentido a sacar de todo ello. Ahora bien, en estos tiempos en que arrecian puritanismos de todo tipo (desde la caverna patriarcal a cierto progresismo y feminismo antisexo, pasando por la censura en redes y publicaciones), quizás convenga aclarar algunas cosas sobre este mundo o cultura BDSM –y que me disculpen los lectores ya iniciados.
Permítanme recordar que esta nueva ola puritana coincide con un aluvión de porno mecánico y artificial, de McPorno, en referencia a la Macdonaldización general de la vida en estos tiempos pre-colapso. Como apunta el autor en su “Aclaración previa”, hay un bucle negativo entre la falta de auténtico erotismo y la hipersexualización banal que nos rodea. Todo se quiere ya y ahora, como una puta hamburguesa. Y esta represión o censura puritana no es ninguna broma: ahí tenemos el caso de Hernán Migoya, escritor y guionista de cómics, señalado y atacado histéricamente por un libro de cuentos, es decir, por unos relatos de ficción… hasta el punto de haber tenido que exiliarse. O el de tantos otros artistas, escritores y dibujantes de cómics, que ven su obra atacada o directamente prohibida. Del cine y de la bazofia televisiva mejor no hablar.
¿Qué es el BDSM?
Pero también hay ahora (pongamos la nota positiva) un fuerte impulso de las sexualidades y afectividades no normativas o no convencionales: sitios de citas y nuevas formas de ligar y de relacionarse, revolución en juguetes y aparatos eróticos, LGTBIQ, poliamor, OpenCons, swingers, anarquía relacional… y por supuesto el BDSM, del que ahora toca explicar un par de cosillas. Si les mueve la curiosidad, ya hay buenos manuales traducidos (de autores competentes, como Pat Califia, Claudia Varrin, T. S. Weinberg o J. Wiseman), y otros originales en castellano, como el de José Luis Carranco en Las Reglas del Juego (Ediciones B) o blogs de gran interés como el del Sr. El Faro (maestro educador de Amos y sumisas), éste de Hermes Solenzol (neurocientífico y autor de 5 novelas BDSM ambientadas en la transición española), o el de Ángela Cantero (sumisa veterana que también escribe relatos).
En valenciano/catalán tenemos la novela de Francesc Mompó Com ales d’àngel negre. O pueden recurrir al gran clásico del BDSM en el Estado español: los 24 volúmenes de la revista “Cuadernos de BDSM” (2007-2014), todo un referente, accesible en la red. Y más allá de los ensayos o la ficción, tienen una buena colección de casos reales o “historias de vida” en Armarios de cuero, de Edicions Bellaterra, editado por Olga Viñuales y Fernando Saéz.
El afortunado hallazgo del acrónimo BDSM, tan asumido ya y tan lexicalizado en la conciencia de los hablantes que tiene incluso derivados: bedesemeros, bedesemear, bedesemiadas… (alguno de ellos aparece en la novela), empezó a cuajar hace 30 años, cuando Internet permitió la comunicación directa entre gente y grupos que estaban dispersos por el planeta, en sus cuevas o reductos aislados.
Fue como el petardo final de una mascletà que llevaba tiempo en marcha, como la culminación de muchos procesos de convergencia e interacción de ideas, personas y grupos más o menos organizados. Hoy en día el BDSM es toda una cultura que integra multitudes en línea a nivel global, un gran paraguas que acoge en su interior una inmensa diversidad. Esto permite el mutuo aprendizaje y el pensamiento colectivo, y a la vez favorece el contacto personal y también la formación de núcleos locales, asociaciones y grupos diversos. Sus fronteras pueden parecer a veces difusas, porque el BDSM engloba muchas prácticas, concepciones y estilos de vida, pero todo ello participa de algo común, que es el juego con el Intercambio Erótico de Poder: IEP.
Es decir, que hay una cesión de poder consensuada: una persona le cede voluntariamente a otra el poder y la iniciativa erótica, una persona domina y otra se somete, hay un Dom y un sub, y ambos se complementan. Esto puede ir o no acompañado de dolor, de restricciones físicas y de toda clase de simulaciones, representaciones o juegos de rol, pero la esencia es el intercambio de poder ritualizado, los dos roles complementarios, el pacto y el consenso explícitos, y en fin, la asunción libre y adulta de la Dominación/sumisión verbal y mental. Nada que ver con psicopatías, opresiones o angustias, sino más bien con juegos liberadores y exploraciones gozosas.
Tres acrónimos en uno (BD + DS + SM = BDSM)
Quizás se entienda mejor la amplitud y diversidad del BDSM si analizamos el acrónimo. Está compuesto de 3 acrónimos previos conjugados y superpuestos: BD, DS y SM, con la D y la S representando 2 términos cada una y enlazando así el conjunto. Estas piezas se ensamblaron felizmente después de un largo proceso colectivo de discusión y aportaciones, y la aparición de Internet favoreció su aceptación global como identificador de una comunidad de gente que compartía una cultura, unas aficiones, unos planteamientos erótico-afectivos y unos estilos de vida diferentes a los convencionales. Intentaré resumirles en unas líneas el sentido de estos tres componentes encajados o articulados en el BDSM, pero avisando de que se trata de mundos complejos e increíblemente diversos, que pueden (o no) combinarse en tal persona o relación:
BD: Bondage y Disciplina. El bondage se refiere a las restricciones en general, y puede adoptar infinitas formas: desde unas simples esposas o una cuerda sujetando los pies a la cama hasta las sutilezas y maravillas del shibari o kinbaku, el arte japonés de las ataduras adoptado (y adaptado) por el BDSM ―consulten Internet para hacerse una idea. La disciplina también es muy variada: puede referirse a suaves castigos (no sólo corporales) y recompensas, o ir hasta al extremo de severas palizas aleccionadoras a la persona sumisa.
DS: Esta es la columna vertebral del BDSM, la Dominación/ sumisión, el IEP que hemos comentado. Aunque la diversidad es tan grande que hay quien se centra en el BD, o en el SM, en lugar de la D/s. Una persona adopta el rol de guiar y mandar, la otra el de seguir y obedecer. Esto se hace a partir de mucha comunicación previa y de mutuo acuerdo entre las partes, compartiendo límites (o líneas rojas) y preferencias (o líneas verdes), e incluso negociando líneas rosas: cosas que en principio no harías, pero que aceptarías probar para ver de estirar tus límites y complacer a tu pareja.
SM: Sadomasoquismo. Aunque aparece como la faceta más visible (y estigmatizada), no se da en todos los miembros de la comunidad BDSM. Aquí interviene el dolor físico en toda clase de grados, desde ligeras azotainas con un flogger suave hasta sesiones intensas que pueden dejar marcas duraderas. La persona sádica goza infligiendo dolor a su partenaire, y la masoquista recibiéndolo. Pero ambas lo hacen con amor y por amor, como una muestra y una forma de amor y comunicación, buscando la fusión con el otro y el acceso a un estado superior de conciencia. Así es en el BDSM, que está en las antípodas de las gilipolleces de Grey y de las psicopatías de pelis, series y diagnósticos.
Estigma y liberación
El estigma que persigue a esta minoría sexual continúa y muchos creen que los practicantes de BDSM son desviados, enfermos o gente traumatizada. Pero la realidad es bien distinta. Ya existen estudios y pruebas científicas que indican que la gente BDSM suele ser mucho más serena, feliz y autónoma que la media. Otra cosa es que haya obsesos o perturbados que quieran aprovechar este paraguas para infiltrarse en grupos o chats, pero suelen ser detectados y expulsados, gracias a la ayuda mutua de la comunidad y a la interacción que permite internet: chats, aplicaciones, webs, canales de Telegram, WhatsApp… incluso redes sociales centradas en el BDSM, como FetLife.
También es muy distinto el caso de gente que, teniendo realmente un trauma o problema psíquico importante, pretenda “curarlo” con el BDSM. No funciona así, no es ninguna terapia, aunque sí que puede tener un alto valor terapéutico y de profunda transformación personal, incluso espiritual.
Esto lo señalan ya muchos estudios, pero no voy a abrumarles ahora con bibliografía científica ―vean este blog de Hermes Solenzol antes citado. Sí querría, en cambio, sugerirles la lectura de una novela magistral de José Luis Sampedro, El amante lesbiano, donde asistimos a esa transformación y liberación del protagonista a través de lo que Sampedro llama ipsoterapia, uno de los muchos y creativos descubrimientos de su libro.
Por otra parte, además del aspecto íntimo o personal, está la dimensión social o comunitaria. Por razones evidentes de autoprotección, hay mucha gente BDSM que no puede o no quiere “salir del armario”. De hecho, se ha dicho en más de una ocasión que “en el BDSM el armario es parte del atrezzo”, de ahí la discreción, los nicks o nombres inventados, los símbolos y códigos del movimiento, etc.
Además, esas “precauciones” afirman el sentido de comunidad iniciática y favorecen el sentimiento de pertenencia, la complicidad y los vínculos. Al compartir algo tan íntimo, se crea un clima de confianza que con frecuencia desemboca en relaciones personales profundas y significativas, más allá del BDSM en sí. Se crean redes de apoyo mutuo y “familias de elección” (o “de acogida”).
René Guevara y el BDSM
El autor de la novela que tienen entre manos, de hecho, es miembro activo de esta comunidad BDSM global y está especialmente vinculado con la ciudad de València, aunque la novela está ambientada en Madrid, donde nació y se crio en los mismos años que Aurora, la protagonista. En València existe, entre otras, la Asociación Jardín Secreto, dedicada a visibilizar y divulgar el BDSM y a proteger a sus integrantes. Durante el verano de 2023, Jardín Secreto participó activamente en el festival BDSM internacional Sanctuary’23 (25-27 de agosto, L’Aldea, Tarragona), con varias charlas, talleres y exhibiciones.
René Guevara es amigo de Jardín Secreto desde hace años, y ha presentado sus libros más de una vez en el Librofórum de la asociación. Antes de esta novela, publicó unos cuantos manuales sobre sexualidad, la colección “Descubre”, de bastante éxito, con títulos como: SexTech: Los nuevos juguetes sexuales, El arte de la seducción, Relaciones no normativas. Poligamia, poliamor y mundo swinger, o El arte del sexo tántrico.
Pero entre ellos destaca BDSM desde cero, un manual realmente completo, sencillo y claro, ahora mejorado en una nueva edición (2021), que también hemos presentado en Jardín Secreto. Además del Librofórum sobre sus libros, René ha participado en otras ediciones del mismo, así como en charlas, ¡debates… y fiestas! En ese Librofórum hemos comentado los libros antes citados y muchos otros.
Junto a las charlas de gente experta o veterana, el Cinefórum y los talleres sobre prácticas diversas, la edición mensual del Librofórum de Jardín, desde hace años, ha sido y es para muchos de nosotros una Universidad invisible, por los debates que allí surgen, el saber y las experiencias que se comparten y el aprendizaje continuo que resulta de ello ―en el BDSM somos aprendices eternos con mente de principiante, porque siempre hay cosas nuevas por descubrir.
Ahora bien, en el caso de esta novela hay que hacer una importante puntualización. Aquí René no pretende hacer pedagogía, ni presentar un retrato realista del mundo BDSM, ni incitar a nada ni justificar nada. Porque esto no es un ensayo ni un manual, es una ficción o una fábula, como dice él mismo en la nota aclaratoria, una fábula que no aspira a retratar ninguna realidad, sino, en sus propias palabras, “dejar volar la imaginación”. Es esencial la distinción entre fantasía y realidad, o entre ficción y verdad.
Espejos, reflejos, resonancias
Así que no busquen ninguna tesis, ningún retrato realista del BDSM, ninguna enseñanza o lección en La soledad de los espejos. Simplemente déjense llevar por la fantasía de la ficción y disfruten de su simbolismo, de sus contrastes, de las resonancias entre diversos personajes y momentos, de las memorias de su vida que Aurora nos desgrana, sabiendo, como ella misma avisa, que algunas de las cosas que recuerda y transcribe pueden estar desordenadas o tergiversadas. Pero es que aquí, más que la exactitud o el “realismo”, importa la magia de la narración. La escritura suspende el tiempo y el espacio, abre una brecha, un mundo paralelo en el que los lectores nos sumergimos a través de la voz de Aurora y navegamos con ella por su pasado y por su mente.
De manera que aquí la sumisa es, precisamente, quien somete al lector a su lenguaje, a su ritmo, a su historia. La sumisa Aurora juega con la sumisión y la convierte en fortaleza a través del desafío y de la ironía. El desafío provocado por su entrega, que permite cuestionarse, según avanza la historia, quién es realmente más débil, la sumisa o el dominante. La aceptación de la vulnerabilidad es la culminación de la fuerza. Y esto se ve muy bien gracias al recurso del autor de mostrarnos lo que piensa Aurora ante los retos o exigencias de Paolo (o de otros dominantes) y, a continuación, lo que realmente dice en voz alta ―benditos guiones largos.
Con toda una serie de coincidencias y paralelismos (un “juego de espejos solitarios”: recuerden el título), René ha conseguido sobradamente su objetivo: dejar abiertos algunos aspectos y sembrar el texto de correlaciones entre situaciones y vivencias de diferentes personajes, para permitir que cada lector haga su lectura y su interpretación, incluso hasta cambiar el sentido de la narración, o hasta cuestionarse si tal personaje o situación han sido modificados por Aurora en su memoria. Estos simbolismos, juegos entre opuestos, reflejos u oberturas facilitan la participación realmente activa del lector en la historia, para que piense, especule y construya su propia versión de lo que cuenta la narradora protagonista.
Ética y ficción
Al mismo tiempo, esta novela es de mayor calidad y profundidad que la mayoría de la ficción BDSM en cualquier idioma. Aquí los personajes tienen densidad y complejidad: Aurora madura y evoluciona, Paolo (aunque es complejo y enigmático) se acaba destapando como más inmaduro de lo previsto y no del todo fiel a su proclamada ética, como la propia Aurora le recriminará ―lean por ejemplo el apartado sobre ética y BDSM en el manual antes citado de René.
En contra de lo que supondría una visión superficial de este mundillo, y también en contra de lo que representan ciertos Doms de la novela (y también, por desgracia, del mundo real), la ética es fundamental en la cultura BDSM contemporánea.
No es casual que el mejor libro sobre la ética en las relaciones no normativas sea obra de dos veteranas del BDSM: Dossie Easton y Janet Hardy: Ética promiscua, Melusina, 2018. La traducción es de Miguel Vagalume, gran activista de las sexualidades no convencionales. Vean su proyecto y web GolfxsConPrincipios.com.
Aurora habla del placer femenino, eso es lo imperdonable: para las iglesias, para los estados, para los críticos y eruditos, para la “literatura seria” y para los políticamente correctos. Habla desde sí misma como mujer libre, y lo hace sin tapujos ni tabúes, demorándose no sólo en las descripciones explícitas y en los diálogos obscenos, sino también en sus sensaciones, en cómo vive ella lo que está ocurriendo, cómo goza del sexo, del castigo, de la humillación… y cómo todo el proceso la va transformando.
En esto creo que el libro supera ampliamente lo que suele correr como “novela erótica”. Aquí hay escenas de mayor voltaje erótico o pornográfico que en cualquier otro libro del género, pero a la vez, la belleza, la ternura y la autenticidad con que Aurora nos las relata provocan un contraste inédito y subyugante.
Además, en esta obra también se enfocan esos momentos vitales que cambian para siempre la vida de las personas, y que con frecuencia tienen que ver con el sexo y la afectividad, un aspecto generalmente ocultado o soslayado en la narrativa, no sólo en la erótica o pornográfica, sino en toda la narrativa en general. Con su lenguaje directo, coloquial y sembrado de palabrotas, como la vida misma, y con su valiente voz, Aurora impugna la “realidad” impuesta que niega el placer femenino y que patologiza a aquellas mujeres que deciden vivir libremente su sexualidad, especialmente si esta no encaja en la norma patriarcal hetero-monógama y vainilla, que es como se denomina en el BDSM a la sexualidad normativa o convencional. Imaginen una inmensa heladería italiana de ensueño, con todos sus posibles sabores, colores, texturas… frente a un puesto callejero que sólo ofreciera helados de vainilla.
Historia de Aurora e Historia de O
Insisto en que estamos ante una gran novela, una gran fantasía que exige del lector la suspensión de la incredulidad, como ocurre en otros géneros e historias. Una ficción que está a la altura de grandes clásicos del BDSM como Historia de O (1954). De hecho, La soledad de los espejos podría subtitularse como Historia de Aurora ―por cierto, Historia de O es uno de los libros que Aurora lee poco antes de su primera cita con Paolo. De manera que tampoco sería de recibo que, desde la comunidad BDSM, se le recriminara falta de realismo o se dijera que “el BDSM no es así”.
Pues claro que no, hay que distinguir fantasía y realidad. Tampoco se parece en nada una relación BDSM actual a la que vive O con Sir Stephen. De hecho, como se ha comentado muchas veces en Jardín Secreto, un problema es que cierta gente se tomó en serio Historia de O, creyendo que se podría reproducir de forma realista, lo que ha provocado que algunos psicópatas o abusadores se creyeran Amos y que algunas sumisas cayeran en sus garras. Además, en nuestro caso, Aurora sobrevive, aprende y retoma su vida tras su “aventura” con Paolo, incluso nos adelanta en algún interludio otros episodios importantes de su vida adulta, incluyendo otras relaciones BDSM, largos viajes, la experiencia de la maternidad y su trabajo como orientadora en un centro educativo de un pueblo cántabro.
Hay que entender también que Historia de O es de los años 50, cuando aún no había una comunidad global ni una cultura BDSM asentada. Por eso, aunque ambas sean fábulas fantásticas, Aurora demuestra con sus reacciones y su evolución que estamos ya en otra época. Uno de los rasgos del BDSM actual, además de la sensatez, la seguridad y el consenso (SSC es el acrónimo que señala esta Santa Trinidad), es la asunción de las fantasías como grandes potenciadoras del placer y la sensualidad. Pero hay que saber distinguir muy bien entre las fantasías realizables, que se pueden poner en práctica con el consenso entre los implicados, y las irrealizables, que NO se pueden llevar a cabo como tales ―bien porque traspasan el SSC o las líneas rojas de alguien (aunque esto puede evolucionar), o bien porque son físicamente imposibles.
Aunque eso no quita para que ciertas fantasías extremas e imposibles en el mundo “real”, puedan representarse en forma de ritual, simulación, juego o parodia. La fantasía y la imaginación pueden ser más fuertes que la realidad, y la gente BDSM es muy creativa en este sentido. Puede recrear, en clave erótica, un Tribunal del Santo Oficio, un interrogatorio policial, un sacrificio vikingo o la Pasión de Cristo.
En todo caso, y más allá del BDSM y de los géneros literarios, La soledad de los espejos nos ayuda a interrogarnos sobre quiénes somos y sobre quiénes queremos o tememos ser. Es decir, lo que hacen las grandes novelas u obras de arte. Y al igual que Pauline Réage (seudónimo de Dominique Aury, a su vez seudónimo de Anne Desclos) hizo con su protagonista, O, René Guevara le ha dado a Aurora una voz de extraordinaria fuerza y belleza, que resuena en el lector desde el principio con total veracidad. Este es quizás el mejor hallazgo del libro: Aurora es uno de esos personajes que se les quedará en la mente para siempre. Es la Historia de O del siglo XXI.
“¿Soy una masoquista?”
El otro libro que lee Aurora poco antes de la primera cita con Paolo es Una defensa del masoquismo, de Anita Phillips. No es ficción, sino un ensayo magistral que habla de la “estremecedora juissance (…) una forma extrema de gozo que se produce cuando se rompe el sentido de la identidad” y se es invadido por la presencia del otro: “Me invade por completo”, dice Aurora ante los besos de Paolo. Tanto la gente masoquista como la sumisa (y la que es ambas cosas en mayor o menor grado) son capaces de transformar las ataduras y disciplina (B&D), la humillación y sumisión (D/s) o el dolor y sufrimiento (S-M) en algo útil, gozoso y con sentido, tanto con fines sensuales (o supersensuales, como dice Phillips recordando a Masoch), como con fines espirituales de autotransformación y liberación (la ipsoterapia de José Luis Sampedro).
Al acabar la lectura del libro de Anita Phillips, Aurora se pregunta: “¿Era yo una masoquista? ¿Se trataba de eso?”. Y es evidente que sí, que algo de eso hay, porque ella no sólo goza con la dominación y humillación, es decir, como sumisa, sino también con el castigo físico, es decir, como masoquista. Aurora vive esto de manera extrema e intensa en los dos niveles que decía Phillips: el supersensual, con una excitación y unos orgasmos prodigiosos; y el espiritual, con una transformación que es para ella un renacer y un autodescubrimiento. En uno de los picos del placer, en la primera sesión con Paolo, “se rompe”, nos dice, y estalla en un gran orgasmo que la vacía y que ella misma relaciona con experiencias místicas y espirituales:
“(…) Sentí como si una gigantesca bomba de vacío me absorbiera licuándome.
Un espasmo recorrió mi vientre, barriendo violentamente por completo todo mi cuerpo en ondas explosivas e implosivas a la vez.
Tuve la sensación de que mis órganos se desordenaban, desplazándose hacia un punto común para volver después, repentinamente, a su lugar.
Me retorcí, me derrumbé, gemí, grité (…)
Nunca he dudado que existe una cierta relación entre el misticismo ascético y las experiencias sensoriales de dolor y placer extremo. Es algo en lo que pienso cuando me vienen a la memoria todas aquellas inquietantes pinturas medievales de martirio y éxtasis, todos aquellos torturados santos, atravesando umbrales sensoriales, todas esas vírgenes martirizadas y (como yo en aquel momento) con los ojos en blanco.
Me vacié”.
Quizás les venga a la mente la imagen de Santa Teresa esculpida por Bernini, o la de San Sebastián asaeteado, en tantos cuadros… Por su parte, Anita Phillips, hacia el final de su ensayo, describe así el éxtasis o “momento del gozo sublime”:
“Este punto da sentido al viaje de toda una vida. En este resplandor de visión voluptuosa, las heridas sanan, sanan gracias a la cura sexual, al conocimiento carnal o a la visión mística. Uno no cabe en su piel, no sabe dónde está o lo que está haciendo, pues en esos momentos perdemos la conciencia. El cuerpo se inunda tanto de sensaciones que ya no es sino una sensación; al perder su solidez y su opacidad, se convierte en una corriente viva de energía, en un conductor de luz”.
Del consentimiento al consenso
El principal órgano sexual no está entre las piernas, sino en la cabeza: la mente manda, y el lenguaje crea mundos. La verbalización es básica en el BDSM, es su pilar, y esto lo separa radicalmente del mundo vainilla o de la sexualidad convencional. En esta se suele dar casi todo por supuesto, se da por hecho que a todos les gusta lo mismo (lo que mandan los cánones) y la verbalización es poca.
En cambio, en el BDSM se habla y se escribe mucho: listados de límites, fantasías o deseos, diarios, compromisos, experiencias vividas, guiones para sesionar o jugar, contratos renovables, representaciones y juegos de rol, ceremonias o rituales (públicos o privados), etc. Se enfoca lo más profundo y arraigado, se ilumina la sombra o lado oscuro y se desvela lo oculto; pero además, se comparte, se negocia, se acuerda… Con lo cual no sólo se sintoniza con la pareja en un nivel superior a cualquier otra relación, sino que cada persona se conoce a sí misma (como pedía el Oráculo de Delfos) mucho mejor.
Fíjense en cómo refleja esto Aurora cuando le escribe a Paolo, antes de su primera sesión, sobre sus líneas rojas y verdes.Así nos lo explica:
“(…) tuve que bucear en el interior de mis temores y deseos para pensar conscientemente y por vez primera cuáles eran mis verdaderos límites; así como jerarquizarlos.
Nadie me había exigido nunca lo que pretendía imponerme aquel hombre, pero a su vez, nadie me había preguntado antes qué era aquello que esperaba obtener de una relación, así como tampoco qué era lo que específicamente no cabía en ella.
Se trataba de un ejercicio de diálogo y de autoexploración absolutamente consciente.
En las relaciones normativas se suele dar casi siempre por hecho que a todo el mundo le gustan las mismas cosas y que se persigue lo mismo.
Aquí tenía que trazar qué quería y qué no quería”.
En el BDSM no se trata de “consentir”, como suele pasar en el mundo vainilla, sino de consensuar, que es algo muy distinto. Se puede consentir con un simple “Sí”, pero consensuar va mucho más allá, implica abundante verbalización y comunicación efectiva, clara y explícita.
Es muy diferente aceptar, transigir o permitir lo que el otro desea (es decir, consentir), que negociar con detalle lo que AMBOS desean, a partir de sus líneas rojas y verdes, y a través de una comunicación sincera y profunda, que saque a la luz lo más íntimo, personal e inconfesable. Por eso suelen ser útiles para muchos practicantes los contratos (siempre revisables), los diarios, los listados, las fantasías verbalizadas, las valoraciones de tal sesión o práctica, las sugerencias de cara a la siguiente, etc. Las dos palabras clave en el BDSM son consenso y comunicación, y ambas implican ir mucho más allá del simple consentimiento.
En toda relación afectiva o sexual hay una cesión de poder, porque es ingenuo creer que está siempre repartido al 50%. Lo que pasa es que habitualmente no se dice, no se comenta ni se acuerda, todo queda implícito y presupuesto, y de ahí los malentendidos, las incomodidades, los reproches ocultos, el malestar, la insatisfacción… Por el contrario, en el BDSM, como todo se habla y se desvela, el intercambio o cesión de poder está claro y negociado con detalle desde el principio.
Es evidente el avance que supone el “Sólo sí es sí”, pero eso aún está en el marco del consentimiento, y hay que ir un paso más adelante, hay que pasar del consentimiento al consenso. El “Sí” del BDSM es un sí entusiasta, claro y explícito, no es un “Sí, bueno, venga, consiento pasivamente que hagas eso”, sino un “Sí, hablemos, pongamos en común, negociemos y consensuemos”, lo cual podría servir de ejemplo y enseñanza para todas las relaciones sexuales en general. De manera que aquello que aparenta ser lo más retorcido y degradante es en verdad lo más auténtico y empoderante.
Desde fuera habrá quien crea que las sumisas son personas dependientes, inmaduras o algo peor, y que reproducen el patriarcado con su conducta, pero es exactamente al revés. Son personas valientes y autocentradas, sensibles, inteligentes y feministas. Son capaces de asumir contradicciones, como la de luchar de día públicamente contra aquello que sueñan, representan o simulan por la noche en privado, en su intimidad. De noche fantasean con aquello que combaten de día. Pero además, cuando juegan o sesionan, están desactivando y parodiando la auténtica dominación patriarcal que somete realmente a las mujeres. Saber que están en buenas manos, que todo está consensuado, que tienen una palabra o gesto de seguridad por si quieren parar o acabar el juego… todo esto les permite gozar increíblemente de su sumisión y abandonarse o entregarse, trascender y liberarse ―parece contradictorio que las ataduras, restricciones o castigos puedan liberar, pero así es. Luna Miguel dice en su obra teatral Ternura y derrota: “He pensado que la sumisión es lo más parecido a lo tierno, mientras que quien somete es la ternura propiamente dicha”.
Aurora la buscadora
Nuestra heroína se preguntaba qué deseamos al buscar en los otros el reflejo de nuestros anhelos y al lanzamos hacia una aventura insensata. Ella busca y se lanza, es una buscadora valiente. Esto apunta al centro mismo de nuestra condición humana. Somos una especie curiosa, exploradora, fantaseadora. Desde los más remotos tiempos hemos buscado ir más allá de la conciencia ordinaria, alterarla, “depurar las puertas de la percepción”, como decía William Blake y retomó Aldous Huxley. Hay algo que nos impulsa a buscar otras formas o estados de conciencia, otros niveles de percepción. Y hay diversos caminos para llegar a estos estados alterados de conciencia (EAC): deportes extremos, sustancias psicoactivas, cánticos o bailes, actividades de riesgo, yoga y meditación… Diferentes formas de asomarse a los abismos, de ascender a las cumbres, de disolverse.
William James estudió estos estados alterados de conciencia en su magistral obra Las variedades de la experiencia religiosa. Un estudio de la naturaleza humana (1902), y proponía clasificarlos en tres tipos: experiencia estética, visionaria y mística. A estos EAC en el BDSM se les llama subespacio y topespacio, porque afectan, respectivamente, a las personas sumisas y a las dominantes. Los hay de diversos tipos, como está descubriendo la investigación de vanguardia, pero ahora no podemos entrar en ello. Lo más importante es que estos EAC que llamamos subespacios y topespacios son valiosos en función del contexto y del sentido que nos aportan: catarsis, autodescubrimiento, éxtasis (o énstasis, como proponía Mircea Eliade) y, en especial, vinculación afectiva y personal con nuestra pareja, es decir, amor.
La propia Aurora desconoce esta terminología (estamos en 1998, con internet en pañales y todavía sin Google), pero sí que habla de “trance” a propósito de una durísima sesión que vive con una dominante muy sádica: “Entré en un trance inédito, desconocido: un lugar al que nunca pensé que pudiera llegar y en el que el sentido de la realidad se desvanecía (…) perdiendo la noción del tiempo (soy incapaz de cuantificar cuánto duró toda la escena) y el sentido de mi propia identidad”. Anteriormente, en su primera e intensísima sesión de sexo y BDSM con Paolo, nos dice que había “entrado en otra dimensión, en un lugar en el que era casi imposible permanecer, pero del que no quería en absoluto salir”. Así de poéticamente se refiere al subespacio. Tanto en esta como en otras sesiones o escenas de la novela, hay fragmentos que la protagonista afirma no recordar, como si en ellos la alteración de la conciencia hubiera sido tan intensa que resultara imposible revivirlos.
Aurora es, pues, una buscadora, una exploradora de experiencias límite. Aspira a vivir el amor y el sexo de la manera más intensa posible, trascendiendo barreras y accediendo al éxtasis, es decir, a un estado alterado de conciencia que provoca máximo gozo y liberación. En palabras del gran visionario Antonin Artaud (otro gran buscador): “El estado poético, un estado trascendente de vida, es en el fondo lo que la gente busca a través del amor, de las drogas o de la insurrección”.
Pues bien, en el caso de Aurora, nuestra heroína busca la forma de trascender y de superar la conciencia ordinaria en el amor y la sensualidad extremos, a través del BDSM. Esto permite vivir la vida como una constante exploración, de cumbre en cumbre; y a la vez, como un sueño, aunque en ocasiones los sueños se transformen en pesadillas y haya que despertar.
“Somnium sum” (“Soy un sueño”) era el lema de Dómina Zara, la figura clave en el BDSM del Estado español. Los lectores curiosos pueden consultar sus memorias: Soy un sueño. Memorias, Plaza y Janés, 2005. Para las personas sumisas, sus Amos o Amas son su sueño. Pero no están dormidas, al contrario: se saben bien despiertas, y como despiertas comparten un mundo común (tanto a nivel local como global) con la comunidad y cultura BDSM, a la vez que se sienten solidarias y hermanadas con todas las sexualidades y relaciones no normativas que se den entre adultos de manera consensuada y libre.
Pasen y lean
La soledad de los espejos tiene su propia banda sonora, accesible en el QR que está al principio del libro: pueden escucharla de fondo durante la lectura para ambientarse. Pero sobre todo les aconsejo que se dejen mecer y guiar por la voz de Aurora, que se sumerjan en esta poesía narrativa marcada por un soterrado lirismo y que se preparen mentalmente para la montaña rusa de emociones que sentirán.
Y si quieren completar la ambientación con las artes visuales, busquen en la red el cuadro que Paolo tiene en su dormitorio-mazmorra: El sueño de la mujer del pescador, del artista japonés Hokusai (1814), que provocó una ola de “erotismo cefalópodo”, bien explicada por Josep Lapidario en la revista Jot Down, junio 2011.
También encontrarán aquí enigmáticos simbolismos, como el huevo que Aurora encuentra dentro de otro huevo, motivos repetidos como el lagarto, coincidencias y resonancias de unos personajes en otros… y sorpresas como la extraña pregunta final que le hace su amiga Mónica, que puede inducir al lector a replantearse buena parte de lo antes narrado. En fin, espero que disfruten de su lectura, comprobarán que está muy bien escrita y que mantiene vivo el interés para que el lector quiera seguir leyendo, e incluso para volver a algún párrafo anterior de vez en cuando, cosa muy aconsejable para captar mejor los ricos matices de la novela y sus juegos conceptuales entre opuestos.
Aurora/René despliega con gran habilidad sus cartas a lo largo de toda la narración, y no sólo hay un gran erotismo y una energía brutal entre los dos personajes principales, sino también mucha intensidad emocional y una gran transformación personal que marca la vida de Aurora y que transmite con fuerza a sus lectores gracias a su auténtica e hipnótica voz. Ojalá este prólogo les haya abierto el apetito y el contexto para que la puedan gozar a fondo.
Josep-Lluís Navarro
Catedrático de Lengua y Literatura Valenciana
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