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Hermes Solenzol

Hermes Solenzol es mi pseudónimo de escritor. Mi nombre real es Juan Carlos Marvizón. 

Mi vida ha sido compleja, interesante y llena de aventuras. Aunque soy español de origen, nací en Roma, donde pasé los primeros años de mi infancia. Aún conservo muchos recuerdos de esa etapa italiana. Aún no había cumplido los seis años cuando mis padres regresaron a España. Vivimos en Canarias una temporada y luego en Santiago de Compostela.

 

Galicia se me metió debajo de la piel; es la tierra con el que más me identifico como mi lugar de origen. Mis años más formativos están forjados por días de lluvia incesante puntuados por escasos días en los que el sol salía para llenarme la vista de colores radiantes, como si acabaran de lavar el paisaje. Las cosas empezaron a cambiar para mí cuando mi padre me llevó a rastras a un club de niños del Opus Dei. Pronto vencieron mi resistencia inicial para iniciar un largo periodo de adoctrinamiento. A los catorce años viajé a mi ciudad natal para visitar al Papa y al “Padre”, San José María Escrivá de Balaguer, el fundador del Opus Dei. Así empezaron las presiones para que me hiciera miembro del Opus Dei.

Pero entonces, cuando tenía quince años, nos tuvimos que ir a vivir a Madrid. Me tocó estudiar el último año de bachillerato en un colegio del Opus y eso fue, paradójicamente, lo que me salvó. Yo era un enamorado de la ciencia y también empecé a leer libros sobre misticismo oriental. La formación que nos daban en el colegio estaba impregnada del catolicismo más rancio y de repente entró en colisión con mi incipiente formación autodidacta sobre ciencia y espiritualidad. Tuve una dolorosa crisis, que describo en la piel de Cecilia Madrigal en mi novela “Juegos de amor y dolor”, y que culminó con mi abandono del cristianismo.

Lo que vino a continuación fue como una enorme bocanada de libertad. Empecé la carrera de Químicas con la idea de hacer la especialidad de Bioquímica. Hice yoga, leí muchísimo, y me puse a escalar. Con un amigo, me dediqué a explorar todas las organizaciones y sectas que pudimos encontrar en Madrid: los Niños de Dios, los Baha’i, Guru Maharj Ji, Swami Yogananda, Maharishi Mahesh Yogi… Los que más me atrajeron fueron los yoguis seguidores de Swami Sivananda, y luego los Siloístas, una organización entre mística y política originaria de Chile y Argentina. Viví en París un par de temporadas mientras hacía la tesis y mi primer postdoctorado. Me puse a practicar Budismo Zen.

En 1986 me vine por primera vez a Estados Unidos, con el presentimiento de dejaba atrás a España para siempre. Sin embargo, volví a España después de tres años, y pasé dos años que acabaron por desilusionarme con el futuro de la ciencia en mi país. En EE.UU. había probado el dulce licor de la investigación como científico independiente y ya no pude adaptarme a la jerarquía y estrechez de miras de la universidad española.

 

En 1991 volví a EE.UU. definitivamente, esta vez en California. Me casé con una mujer a quien había conocido en mi estancia anterior en EE.UU. Aquí pude dedicarme a fondo a mis deportes favoritos: la escalada, el submarinismo y el esquí, para los que California es un auténtico paraíso. Los treinta años que llevo viviendo en California se han pasado como un sueño. Sin embargo, hubo cambios importantes en mi vida, como tener una hija y cambiar mi tema de investigación a la fisiología del dolor.

En el 2010 ocurrió otro cambio imprevisto… Me puse a reflejar ciertas fantasías eróticas en un incierto proyecto de novela. Añadí un par de detalles autobiográficos y de repente me encontré completamente enganchado. No podía dejar de escribir. Cada noche llegaba a casa cansado del trabajo, encendía el ordenador y me ponía a teclear hasta pasada la medianoche. Me encontré que los fines de semana ya no me apetecía irme con mis amigos a escalar o a bucear, sino quedarme en casa viviendo las aventuras de Cecilia Madrigal. En poco más de un año había terminado el primer borrador, que había crecido a unas dimensiones tan desmesuradas que me decidí a convertirlo en una trilogía. Así nacieron mis novelas “Juegos de amor y dolor”, “Desencadenada” y “Amores imposibles”, que en realidad forman una única historia. Tras intento infructuoso de publicar en Tusquets, me convencí de que lo mejor era autopublicar usando las plataformas de Amazon Kindle, Smashwords y D2D. El problema era cómo promocionar las novelas.

En el 2020, coincidiendo con la pandemia del coronavirus, me jubilé de mi posición como profesor de universidad. Con 63 años y una salud excelente, quizás sea un poco pronto para jubilarme, pero quiero iniciar una segunda carrera como escritor. Me duele en el alma dejar atrás la investigación científica, pero si quiero sacar adelante mis proyectos de libros, tengo que empezar ya.

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