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Un hechizo para dejar de sufrir por amor

Retazo de mi novela Desencadenada

Sabugueiro (Sambucus nigra).
Sabugueiro (Sambucus nigra). Foto de Otto Sheva2. Wikimedia Commons. Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International license.

Sabugueiro da folla repinicada

polo Maio estralando de brancas frores

collereiche un ramallo na madrugada

pra facer un feitizo prós meus amores.

[...]

Pra este amor, sabugueiro, que me entolece,

túas frores seguras menciña son,

que ti tambén froreces cando frorece,

vermeliño de rosas, meu corazón.

Para facer un feitizo, canción de Na Lúa,


Madrid, jueves 16 de marzo, 1978

Cecilia sintió una necesidad imperiosa de ver al Chino, de oírlo hablar con su voz calma, segura.

En la calle soplaba un viento fresco de la sierra que zarandeaba las ramas aun desnudas de los árboles, los tiernos brotes que anunciaban la primavera apenas visibles en la luz tenue del atardecer. El viento arreciaba a ratos, revolviéndole el pelo, impidiéndole avanzar. Últimamente parecía que todo era así: a cada paso que daba, en cada cosa por la que luchaba, tenía que enfrentarse con fuerzas empeñadas en frustrarla.

El anuncio de neón en letras rosa y púrpura estaba apagado, pero el portón de madera estaba entreabierto. Tony organizaba las botellas en las estanterías tras el bar. El Chino limpiaba mesas con una bayeta, pero se detuvo y se le acercó nada más verla.

-Hola, Cecilia -le dijo, el rostro tan inexpresivo como de costumbre.

-Hola, Yi Shen… ¿puedo hablar contigo un momento?

Él le indicó que se sentara en una de las mesas.

-Tiene que ser breve, porque estamos a punto de abrir -dijo sentándose a su lado.

-Será sólo un momento.

-Así que las cosas no van bien… -apuntó Yi Shen.

Dejó caer la cabeza sobre sus manos, dejando escapar un suspiro de desaliento.

-¡No podían ir peor! Mi mejor amiga, la que decía que me iba a ayudar a recuperar a mi novio, ha acabado liándose con él.

El Chino le pasó los dedos suavemente por un mechón de pelo.

-Debes de estar sufriendo mucho por eso.

Hablaba con voz tranquila, que la calmaba y la ayudaba a deshacer el nudo que llevaba en la garganta, permitiéndole hablar sin estallar en sollozos.

-Sí… he estado sufriendo todos estos meses. Nunca pensé que se podía sufrir tanto por amor. No sé si vale la pena… quizás sea mejor no enamorarse -dijo con amargura-. ¡Pero ya estoy harta, Chino! Quiero dejar de sufrir, pero no sé cómo.

-No es necesario sufrir tanto. Se puede amar sin sufrir.

-¿De verdad crees que eso es posible? ¿Cómo se puede evitar sufrir si estás tan enamorada como yo, y van y te dejan?

Los ojos de Yi Shen se clavaron en los suyos, brillando intensamente.

-Sí que creo que es posible dejar de sufrir. Es más, quizás sea la única cosa en la que creo: que existe el sufrimiento y que es posible superarlo. Eso es lo que creemos los budistas, en que existe una vía para evitar el sufrimiento.

-Ya: el Nirvana. En eso es en lo que creéis los budistas, ¿no? Pero yo no creo que pueda alcanzar el Nirvana… ¿Tú has alcanzado el Nirvana, Yi Shen?

-El Nirvana no es lo que tú te crees, no es un estado místico, fuera de este mundo. El Nirvana es simplemente saber cómo poner coto a tu sufrimiento, ser lo suficientemente sabios para vivir siendo felices.

-¿Y cómo se puede hacer eso? ¿Cuál es la forma de dejar de sufrir?

-La clave para dejar de sufrir es el desapego. La gente sufre por amor porque confunde el amor con la posesión. Piensa que aman, pero sólo quieren. Desean algo para ellos mismos y cuando no lo consiguen se sumergen en el dolor. Pero el amor verdadero es el que busca dar, no recibir.

-No sé… a mí todo eso me suena a patrañas religiosas. Está muy bien eso de que amar es sólo dar, pero no es verdad, también queremos recibir. Necesitamos que nos amen. Amar si ser amados sólo lleva a la frustración.

-Olvídate de tus creencias, Cecilia. Muchas veces creemos en cosas que nos hacen sufrir. Por ejemplo, se nos dice una y otra vez que el amor verdadero es eterno. Pero no hay nada eterno, la gente cambia constantemente y lo que sienten cambian con ellos. Quien te quiere hoy dejará de quererte mañana, o tal vez seas tú quien deje de quererle. Esa es la realidad.

-Entonces es cierto lo que te decía antes: es mejor no enamorarse… Pero en el fondo me parece una postura muy cínica, la verdad.

-No, no te estoy diciendo eso. Sí que hay que enamorarse. El amor es lo mejor que hay en la vida, y no podemos dejar de vivir. No podemos vivir creyendo que somos frágiles como el cristal y rodearnos de una armadura para protegernos de lo que pueda hacernos sufrir. Lo que realmente nos ayuda a no sufrir es darnos cuenta de que todo es transitorio y así no aferrarnos a nada. Hay que vivir el presente, sin preocuparse tanto de si lo que tenemos hoy lo tendremos mañana. Fíjate en lo que sientes, en la situación en la que te encuentras aquí y ahora. ¿Acaso no es el aferrarte a tu novio lo que te hace sufrir? Si él quiere dejarte, tienes que dejar que se vaya. Si de verdad lo quieres, debes empezar por respetar su libertad de seguir el camino que él elija seguir.

-En eso tienes razón: la libertad es lo más importante para él. Si siente que se la quito, nunca más me volverá a querer. De todas formas, no veo cómo puedo dejar de aferrarme a él. Ya sé que si no lo hago no voy a dejar de sufrir, pero simplemente soy incapaz de hacerlo.

-Dejar de sufrir es posible, pero no es fácil. Es mejor atacar el problema por otro lado: reconociendo y comprendiendo nuestras emociones. Son las emociones negativas las que se apoderan de nosotros y nos hacen sufrir.

-¿Las emociones negativas?

-Sí: el miedo, la ira, la tristeza, los celos, la culpa, la vergüenza…

-Sí, cuando estuve aquí en nochebuena me hablaste de la tristeza. Me dijiste que nos seduce con su melancolía y que nos quita la energía.

-Sí, eso te dije. Pero la tristeza también tiene su lado positivo, porque nos enseña el camino de la compasión. En este mundo tan lleno de sufrimiento, el que no se entristece alguna vez es que no tiene corazón.

-¿No quedamos en que las emociones negativas son las que nos hacen sufrir?

-Sí, pero creo que tu problema ahora mismo no es la tristeza. Es la ira.

-¿Cómo lo sabes?

-Porque tienes demasiada energía para estar bajo el hechizo de la tristeza. Debes de sentir mucha rabia por lo que te han hecho.

-Sí, es cierto. ¿Pero qué le voy a hacer? ¿Cómo no voy a enfadarme después de lo que me han hecho?

-No te lo han hecho a ti, ellos han hecho lo que querían hacer. Han seguido su camino, simplemente. Eres tú la que lo ves todo a través del prisma de tus deseos. Pero debes comprender que no importa lo que hagan los demás, tus emociones son tuyas, tú eres la que las sientes. Si tus propias emociones te hacen sufrir, la culpa es tuya y de nadie más.

-¡Pero también es culpa suya! Son ellos los que me traicionaron, los que me hicieron daño. Si no me enfado es que no tengo corazón, como tú decías antes de la tristeza.

-Cecilia, debes de tener mucho cuidado con la ira. De todas las emociones negativas, es la más dañina y la más peligrosa. En cuanto notes los primeros signos de rabia en tu pecho, apágalos como quien apaga un fuego. La cólera mata el amor, nos lleva derechos al odio.

-¿Qué quieres decir con eso de que mata el amor?

-El amor que sientes es algo muy valioso para ti, ¿verdad?

-¡Claro que sí! Es lo más bonito que he sentido en mi vida.

-Y debería seguir siéndolo. Aunque nunca más volvieras a estar con él, el recuerdo de ese amor te podría acompañar toda la vida. En tu mano está el guardar ese recuerdo como un tesoro. Sin embargo, si te centras en cómo te ha dejado y en la rabia que eso te causa, esa rabia borrará el amor que sientes, incluso hará que tu amor se convierta en odio. Tu ira se convertirá en una barrera infranqueable que nunca te permitirá recordar ese amor. Habrás perdido ese recuerdo para siempre, y en su lugar tendrás sólo un pozo de rencor.

Cecilia se acordó de su madre y Jesús; aunque ella lo había perdido para siempre, al menos había conseguido guardar el recuerdo de su amor intacto. Ese recuerdo era el mayor tesoro que tenía.

-Tienes razón… ¿Pero qué puedo hacer para dejar de estar enfadada con ellos?

-Simplemente sigue tu camino, haz lo que sientes que tienes que hacer, y deja que ellos sigan el suyo. Quién sabe, tal vez más adelante tu camino se vuelva a cruzar con el de él. Si ahora no alimentas tu rencor, tal vez un día te sea posible retomar esa relación.

-No creo que eso sea posible, las cosas han ido demasiado lejos.

-No intentes adelantarte al futuro, que siempre estará lleno de sorpresas. Tampoco te aferres al pasado, pues ya no existe. Vive el presente, sigue tu camino paso a paso, a donde te lleve. Disfruta de tu vida, pues en definitiva es lo único que tienes.

No se le había ocurrido mirarlo desde ese punto de vista. Aunque, si lo pensaba bien, eso era precisamente lo que había estado haciendo desde que volvió de Santiago: recuperar sus propios sentimientos. Dio un profundo suspiro de alivio. Se metió los dedos de las dos manos en el pelo y se lo peinó hacia atrás, luego lo sacudió.

Se sorprendió al darse cuenta de que estaba sonriendo.

Encuentra más escenas como ésta en la novela Desencadenada.


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