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Dos vejetes en el Caribe

Actualizado: 31 may

De las Islas Vírgenes a Trinidad en un barco de vela

Virgin Islands under the wing of a plane.

El vuelo, miércoles 23 al jueves 24 de abril, 2025

Era una oportunidad de las que llegan pocas veces en la vida.

Mi amigo Noël había cruzado el Atlántico a vela en diciembre, desde las islas de Cabo Verde a la isla de Barbados, una de las más occidentales de las Antillas menores. En abril estaba en las Islas Vírgenes británicas, cerca de Puerto Rico, y quería llevar el barco a la isla de Trinidad, próxima a Venezuela, para dejarlo en tierra durante la temporada de huracanes. Nos invitaba a mi esposa y a mí a recorrer con él todo el arco de las Antillas menores.

Después de pensárselo mucho, mi mujer decidió no ir. La situación política desde la elección de Trump la tiene muy nerviosa, por lo que no le apetecía viajar al extranjero, aunque los dos somos ciudadanos americanos y no deberíamos tener problemas para salir y entrar en EE.UU. Además, Noël nos advirtió que el viaje incluiría varias etapas largas a vela, incluso navegando de noche. A ella no le gusta la vela tanto como a mí, así que esa perspectiva no le parecía nada atractiva.

La mejor manera de cuadrar las fechas era volar de noche, lo que los americanos llaman un "red eye" - los ojos rojos por falta de sueño. Así que mi esposa me dejó en el aeropuerto de Los Ángeles, conocido localmente como LAX, a las 7 de la tarde. Después de deambular por el terminal de American Airlines siguiendo la cambiantes instrucciones de los monitores, llegué a mi vuelo a Charlotte, North Carolina, para las 21:45.

No recuerdo gran cosa del vuelo, así que debí dormir todo el rato.

Aterrizamos en Charlotte a las 5 de la mañana.

Entre telarañas de sueño, encontré la puerta para mi siguiente vuelo, a Saint Thomas, en las Islas Vírgenes de Estados Unidos. A pesar de la hora, tenía hambre, así que devoré una bandeja de sushi antes de unirme al grupo de gente con atuendos tropicales.

Yo había comprado un asiento de ventanilla en el lado derecho del avión, esperando ver los arrecifes de las Bahamas. La cubierta de nubes sólo me permitió algún vistazo, hasta que llegamos a Puerto Rico. Luego, ya descendiendo, vi las Islas Vírgenes y saqué la foto que pongo arriba.

Islas Vírgenes, jueves 24 al viernes 25 de abril

A la salida del aeropuerto de Saint Thomas, un montón y turistas y yo no apelotonamos en una furgoneta que nos llevaría al puerto de barcos para ir a la isla de Tortola, en las Islas Vírgenes británicas. 'Tortola' no se pronuncia como esdrújula, como el nombre del pájaro en español, sino con acento en la segunda 'o'.

Curiosamente, aunque Saint Thomas es parte de Estados Unidos, se conduce por la izquierda, como en Inglaterra. En cada isla del Caribe se conduce de forma distinta, según el país europeo con el que estén relacionadas.

Compré el billete para el barco de las 13:30. Decidí esperar en el terminal. El pueblo de Saint Thomas no parecía ofrecer un especial atractivo. Dos enormes cruceros en el puerto anunciaban que estaría lleno de turistas.

Large cruise ships in the port of Saint Thomas, US Virgin Islands.

Almorcé una ensalada de caracola ("conch" en inglés, "limpi" en creole) y un refresco de tamarindo. La caracola estaba cocida, no en ceviche, como yo la había comido antes en Belice. En vez del sabor fresco con el zumo de lima, tenía un gusto pesado y un olor que noté por todas las islas del Caribe. Fue mi primer aviso de que la comida del Caribe no es gran cosa. Pero yo iba a ser el cocinero en nuestro velero, así que dependía de mí.

Stern of the ship Adventurer, that travels between the islands of Saint Thomas and Tortola.

Había algunos barcos modernos en el puerto, pero me tocó viajar en este barco vetusto que apestaba a gasoil. Sin embargo, una vez se puso en camino, se movía a una velocidad considerable.

Me acomodé en primera línea de la cubierta de arriba, al aire libre, para disfrutar de mi primer vistazo a las islas del Caribe.

View of one of the Virgin Islands, with sailboat motoring in front.

Nada más desembarcar en Road Town, en la isla de Tortola, tuve que hacer cola para pasar la inmigración al Reino Unido. Tanto la señora que miró mi pasaporte como el tipo que inspeccionó mis maletas parecieron sorprenderse cuando les dije que iba a abandonar las islas en un barco de vela, y que mi destino final era el isla de Trinidad, cerca de Venezuela.

Luego arrastré mi maleta hasta un muelle junto a un bar, donde Noël me recogió en la pequeña neumática de su velero, Lala.

Lo de 'vejetes' lo digo en broma. Yo tengo 68 años y Noël 73. Sin embargo, estamos los dos en excelente forma física. Yo escalo, esquío pistas negras y hago montañismo y submarinismo. Noël se acaba de cruzar el Atlántico en su catamarán de 48 pies, con una tripulación consistente en una joven holandesa y un italiano, quienes lo dejaron al final de la travesía. Yo iba a ser su único tripulante en nuestro viaje de isla en isla hasta Trinidad.

Remaining of a boat rusting and lying on its side at the shore.

Las Antillas están llenas de barcos hundidos por los huracanes. Por suerte, la temporada de huracanes no empieza hasta junio. Para entonces, Noël planeaba dejar su barco en tierra en Trinidad, que está fuera del recorrido de los huracanes.

Tras aprovisionarnos en Road Town, decidimos ir a pasar la noche en Virgin Gorda, una de las Islas Vírgenes más al este. Eso nos acercaría a nuestro destino.

Al acercarnos a Virgin Gorda, asistimos a una bonita puesta de sol sobre Tortola.

Sunset and clouds over the island of Tortola, viewed from the sea.

Virgin Gorda a Saint Martin, sábado 26 a domingo 27

La mayor atracción de la isla de Virgin Gorda son The Baths: una serie de grandes bloques de granito con cuevas bajo ellos donde entra el mar, creando piscinas naturales. Noël ya los había visto. Decidimos que, al amanecer, él me llevaría con el barco frente a The Baths. Yo iría a nado hasta la playa con mis aletas, con calzado de agua y una toalla en una bolsa impermeable. Recorrí The Baths en las dos direcciones. Eran las 7 de la mañana, así que aún no había ningún turista. Decidí no arriesgarme a que se me mojara el móvil, por lo que no hice ninguna foto. La foto de abajo la sacó Noël con su cámara sumergible, cuando visitó The Baths en su viaje de ida a las Islas Vírgenes.

Granite boulders forming a cave with a pool at the bottom.

Cuando volví al barco, todas las boyas de fondeo que hay frente a The Baths estaban ocupadas por barcos. El cielo estaba lleno de nubes negras que anunciaban lluvia y los alisios soplaban con fuerza del este, hacia donde debíamos ir para llegar a la isla de Saint Martin.

Tuvimos problemas en izar la vela mayor. Paro ello hay que aproar el barco al viento, lo que lo llevaba hacia los barcos amarrados a las boyas y a las rocas de la costa. Las rachas de viento hacían que la vela se enredara en los cabos de los rizos y el que sostiene la botavara. Cuando por fin acabamos de izarla, estábamos peligrosamente cerca de otro barco.

Noël me entregó el timón y me dijo que dirigiera el barco por una canal entre Virgin Gorda y un islote al sur de ella. Me advirtió que había un arrecife en medio del canal, por lo que debía mantenerme cerca del islote.

La vela mayor se llenó de viento en cuanto marqué el rumbo. Entramos en el canal a buena velocidad, mientras Noël desenrollaba el foque. Empezó a llover, el viento arreciaba y las olas hacían cabecear el barco. Le entregué gustoso el timón a Noël, quien puso el piloto el automático en una ceñida apretada contra el viento. Tendríamos que hacer bordos, zigzagueando contra el viento para llegar a la isla de Saint Martin. Noël calculó que nos llevaría más de 24 horas. Tendríamos que navegar todo el día y toda la noche.

Me había tomado una pastilla de Bonine (meclizina) contra el mareo esa mañana, pero no me estaba haciendo efecto. Con el trajín de la salida, me empecé a marear. Intenté calmarlo acostándome en mi litera. Dicen que tumbado te mareas menos, pero el cabeceo del barco en su rumbo contra las olas era implacable. Tuve que ir corriendo al baño a devolver el desayuno. Navegando con Noël en Lanzarote, cuando él iba a cruzar el Atlántico, el mareo se me había pasado al vomitar. Pero esta vez no fue así. El resto del día fue un tormento de náuseas continuas y arcadas con el estómago vacío, que son de lo más desagradables No osaba comer ni beber nada. Apenas podía ayudar con la maniobra del barco.

Había algo en esa experiencia horrible que me pareció fascinante. Era un estado alterado de consciencia, de los que tanto me interesan. Por un lado, tenía síntomas de depresión: no me apetecía moverme y todo me daba igual, incluso si me moría. Una serie de recuerdos desagradables invadían mi mente, sobre todo de previos episodios de mareo.

Como cuando viajé con mis padres y hermanos desde Tenerife a Vigo en el Cabo San Roque, cuando tenía seis años. Era un barco lujoso para aquellos tiempos, pero yo me pasé todo el rato en cama sin poder moverme.

Cuando tenía 13 años, fui a hacer pesca submarina a la Isla de Ons con unos amigos de mi padre, pioneros de ese deporte en Galicia. Me mareé en el primer sitio, una entrada en los acantilados del lado de fuera de Ons con fuerte oleaje. Me subí el pantalón de neopreno hasta mitad de los muslos, y allí se quedó cuando me dijeron que no me podía echar al agua, porque era demasiado peligroso para mí.

Más recientemente, me mareé varias veces saliendo a hacer submarinismo desde mi kayak en la costa de Malibú, en California. Tozudamente, me eché al agua y bajé hasta el fondo, agarrándome a las rocas para intentar recuperarme. Tuve que quitarme el regulador de la boca para no llenarlo de vómito, y luego metérmelo enseguida para poder respirar.

Volviendo a nuestro viaje, tendríamos que navegar toda la noche para llegar a la isla de Saint Martin. Eso requería que Noël y yo hiciéramos guardias de 3 horas, para que hubiera siempre alguien despierto en el barco escudriñando la oscuridad del mar y mirando el radar para evitar chocar con otro barco. Un programa en el ordenador de Noël nos indicaba el rumbo en un mapa, así como la posición y la velocidad de barcos que tuvieran encendido su transponder.

Yo estaba decidido a hacer mis guardias, mareo o no mareo.

Conforme caía la tarde, Noël me dio varios consejos sobre cómo evitar el mareo. Me explicó que el mareo es la respuesta del cerebro al recibir señales contradictorias de los sentidos de la vista, el equilibrio y la posición del cuerpo. Para resolver esa contradicción, debía fijar la vista en el horizonte y dejar que mi cuerpo se moviera con el barco, en vez de mantener una postura rígida. Todo eso coincidía con mis conocimientos de neurociencia. De hecho, podía utilizar mi experiencia en meditación Zen para descubrir lo que estaba pasando en mi cuerpo. Me senté en la banqueta de popa, con la espalda bien derecha, las manos juntas sobre el regazo y la vista en el horizonte. Entré en un estado de meditación de forma natural, gracias a mis años de práctica. El movimiento del barco en la ceñida al viento, golpeando contra las olas, tenía algo de agresivo, pero no dejaba de ser natural. En vela, el barco y el viento se funden en una sola cosa. El mareo se resistía a desaparecer, pero yo podía aprender a aceptarlo. Siguiendo mi filosofía del camino del guerrero, debía asumir las consecuencias de mi decisión de embarcarme en ese viaje, las buenas y las malas.

A las ocho era ya noche cerrada. En el ordenador de Noël podía ver nuestro lento progreso hacia la isla de Saint Martin, no derechos a ella, pues estaba en el ojo del viento, sino dando un bordo a estribor, luego otro a babor, con un ángulo de 37 grados contra el viento, lo más que nos permitía la vela génova..

Noël me aconsejó que me fuera a la cama. Le dije que no tenía sueño.

-Tu verás, a las doce te voy a despertar para tu guardia, de todas formas.

Me acosté y, para mi alivio, pronto me quedé dormido.

A las doce, cuando Noël me despertó, subí al puente con la cabeza llena de telarañas. Me enseñó las luces de dos barcos que acabábamos de pasar y unas luces en la distancia.

-Eso es Saint Martin.

Me pareció increíble que pudiéramos ver ya la isla. En el mapa del ordenador, todavía estaba lejos. Otras luces a nuestra derecha eran la isla de Saba. Al sur de ella, hay una amplia zona de bajos llamada The Bottom.

El mareo persistía, pero más como una amenaza que como las náuseas continuas de antes. Me acosté por periodos de 15 minutos en el sillón del puente, levantándome para revisar el mapa del ordenador, el radar, y las luces a través del mar. Las tres de la madrugada llegaron antes de lo que me esperaba. Desperté a Noël para que hiciera su turno de guardia.

La isla de Saint Martin, domingo 27 de abril

Llegamos a Saint Martin bien entrada la mañana. Fondeamos frente a una amplia playa, en la que empieza la pista de aterrizaje del aeropuerto. Los habitantes locales desarrollaron un entretenimiento que consiste en agarrarse a la valla que separa la playa de la pista cuando va a despegar un jet. El chorro de aire del avión es tan fuerte que llega a levantarlos del suelo. Al parecer, ha habido alguna muerte haciendo esto.

Bow of a sailing catamaran in Saint Martin's bay.

Saint Martin fue dividida amistosamente entre Francia y Holanda hace siglos. La parte sur, donde estábamos, es holandesa. La parte norte, más pobre, es francesa. Al norte de Saint Martin hay una isla larga llamada Anguilla.

Bajamos la neumática al agua y nos fuimos de compras. Un canal con un puente levadizo conduce a una amplia laguna interior, con algunos yates lujosos atracados dentro. Usamos la neumática como un coche, yendo de un pontón a otro. Noël necesitaba cosas para el barco y yo, unas aletas. Intenté traerme las mías de Los Ángeles, pero no cabía en la pequeña maleta que traje como equipaje de mano. Encontré unas de color amarillo brillante que me dieron muy buen resultado en el viaje.

Luego fuimos al supermercado. Nada más subir del pontón, tuve que avisar a Noël para que no tropezara con esta enorme iguana, de más de un metro de largo.

Iguana, orange with black rings on the tail.

Había otras más pequeñas a lo largo del camino.

Gray young iguanas on a concrete walkway.

Cerca de donde fondeamos había una estructura de hierro oxidado que parecía flotar en el agua. Resultó ser una barcaza, hundida y en ruinas, que antes se usaba para sacar barcos del agua para repararlos.

Sunken barge and sailboats.

Ese pecio resultó un lugar perfecto para bucear, estrenando mis nuevas aletas y probando una pequeña cámara submarina que me prestó Noël. Sacar fotos bajo el agua a pulmón libre y sin flash para resaltar los colores no es nada fácil. No queda más remedio que sacar un montón de fotos y esperar que alguna salga bien. Éste es un pterois (lion fish en inglés), un pez con espinas venenosas originario del Pacífico. Pterois liberados de acuarios se han convertido en una especie invasora en el Caribe.

Lionfish.

Saint Kitts y Nevis, lunes 28 al miércoles 30 de abril

La siguiente singladura nos llevaría a las islas de Saint Kitts y Nevis, que son una nación independiente.

Vimos en Windy, el programa meteorológico que usamos, que el viento sería favorable durante el lunes 28 día y noche, pero se nos pondría en contra el martes. Así que salimos temprano por la mañana. Era un recorrido largo y de ceñida, por lo que tuvimos que navegar todo el lunes y pasar otra noche de guardias. Esta vez me tomé la pastilla de Bonine bien a tiempo, tomando todas las precauciones para no marearme.

Avistamos las islas de Saint Kitts y Nevis al amanecer del martes 30.

Bow of catamaran with jib. Islands of Saint Kitts and Nevis to starboard.

La montaña que se ve al fondo es Nevis. Está siempre coronada de nubes blancas, por lo que Cristóbal Colón le puso Nieves.

Conmigo al timón, cruzamos el canal entre las dos islas.

Channel between the islands of Saint Kitts and Nevis, with sailboat.

Anclamos en una playa que separa el mar Caribe de una laguna interior, que luego visitamos con la neumática.

Lagoon of the island of Saint Kitts.

Mientras cenábamos, asistimos a una bonita puesta de sol.

Sunset in the sea, with dark clouds.

Al día siguiente, salimos al amanecer, rumbo a la isla de Guadalupe. Las nubes nunca abandonaron la cima de Nevis.

Sunrise behind the island of Nevis.

De Saint Kitts a Guadalupe, miércoles 30 de abril

El viento seguía siendo desfavorable, así que tuvimos que dar varios bordos, ciñendo hacia la isla de Montserrat. En el Caribe, los alisos soplan del este, pero varían del noreste and sureste. Tuvimos la mala suerte de que nos tocó viento del sureste. Como antes se navegaba a vela, las Antillas menores se dividieron entre las islas de barlovento, más al este, y las islas de sotavento, más al oeste. Ir desde islas de sotavento a islas de barlovento, como hacíamos nosotros, es siempre más laborioso. Con carabelas, que apenas pueden ceñir, era imposible.

Lo primero que pasamos fue la isla de Redonda, un peñasco surgiendo del mar. En esta foto la vemos bajo una impresionante tormenta tropical.

Redonda Island topped by a thundercloud.

Pronto nos acercamos a Monserrat, que tiene un volcán activo. En esta foto podemos verla fumarola de humo blanco la ladera del volcán.

Volcano with fumarole in the island of Montserrat.

Tuvimos que dar varios bordos de ceñida hacia el lado de sotavento de Montserrat mientras caía la tarde. No íbamos a fondear en esa isla, sino que seguiríamos navegando toda la noche hasta la isla de Guadalupe. El sol iba descendiendo y todavía estábamos al lado de Montserrat.

Sun behind clouds with Monserrat island profile.

Hicimos guardias toda la noche, acercándonos lentamente a Guadalupe. Durante mi guardia de media noche, el viento cambió a favorable. Pude cambiar el rumbo para seguir la costa oriental de Guadalupe.

Guadalupe, jueves 1 al sábado 3 de mayo

Cuando me desperté, era ya de día. Al contrario de las otras islas Antillas que habíamos visto, Guadalupe parecía plana y sin montañas. Es una isla con forma de mariposa. Noël me dijo que la otra ala de la mariposa era más montañosa. Es una isla grande, con una extensión de 848 km cuadrados. Como comparación, Mallorca tiene 3,640, Tenerife 2,035, Gran Canaria 1,569 y Lanzarote 846 km cuadrados.

Guadalupe, junto con Martinica, son colonias francesas.

Pasamos al lado de esta curiosa roca con forma de seta, donde parecen anidan naves marinas.

Rock in the shape of a mushroom in front of Guadeloupe island.

Rodeamos esta punta de rocas que forma el extremo sureste de la isla.

Rocks in the cape of Guadeloupe island

Nos dirigimos al puerto de Saint Francis, rodeado por un arrecife de coral que crea una laguna con una entrada estrecha marcada por boyas. Estaba llena de barcos fondeados, por lo que acabamos anclando junto al puerto. Había muy poca profundidad, poco más de dos metros, y Noël estaba preocupado de que tocáramos fondo con marea baja. El agua era verdosa y no invitaba al baño. Pero lo peor es que los sargazos se acumulaban en la playa a nuestras espaldas. Cuando se descomponen huelen a huevo podrido. Quizás tengan un alto contenido de azufre, que genera sulfuro de hidrógeno, que es lo que huele tan mal. En mi adolescencia, aprendí a fabricarlo para hacer bombas fétidas.

Un enorme pelícano se posó en el barco. Noël lo espantó antes de que se cagara en cubierta. Los excrementos de los pelícanos son abundantes y malolientes. El pelícano empezó a zambullirse a nuestro alrededor para pescar. Estaba tan cerca que podía verle los peces que capturaba en el pico. Por lo visto, habíamos invadido su territorio de pesca.

Después de salir a explorar la laguna en la lancha neumática, decidimos cambiar el fondeo a un sitio más cercano a la barrera de coral. Luego fuimos tierra con la neumática, a hacer la compra. No nos dimos cuenta que el primero de mayo es fiesta en Francia, por lo que el supermercado estaba cerrado. Nos compramos un par de pizas para cenar.

A Noël se lo veía contento de estar en su país, hablando francés. Él y yo hablamos en español, cambiando al inglés si estamos con mi esposa. Guadalupe tiene un aspecto más próspero que las islas que son naciones independientes. En el siglo 21, el colonialismo no es tan malo como en siglos anteriores.

Fuimos al supermercado a la mañana siguiente, el 2 de mayo. Luego Noël cogió el autobús a la capital. Yo me quedé en el barco y luego cogí la lancha para ir a bucear en el arrecife. Cruzando el canal de entrada, di con otro canal de desagüe de la laguna, de mucha menos profundidad, pero que me permitió nadar hasta la parte exterior del arrecife. Había mucho coral muerto, que formaba como apilamientos de árboles caídos.

Dead coral in the bottom of the sea

En otros sitios había unas enormes protuberancias bulbosas.

Bulbous coral formations.

Que son creadas por corales como éste.

Brain coral.

Había más tipos de corales vivos.

Live coral.

Y corales blandos meciéndose con las olas.

Soft coral waving in the current.

Pasando Dominica, lunes 5 de mayo

El miércoles 3 de mayo nos despedimos de Guadalupe para ir a nuestro siguiente destino: la isla de Martinica, otra colonia francesa. Pasaríamos a barlovento de dos islas. Marie-Galante es una isla redonda que solía servir de refugio a los piratas debido a su costa inaccesible.

Marie-Galant island from the sea

La isla de Dominique es una nación independiente, por lo que desembarcar en ella significa más papeleo. Por eso la pasamos de largo. Aquí la vemos al atardecer.

Sunset over Dominique island, with pulleys.

Martinica, domingo 4 al martes 6 de mayo

Al día siguiente, seguimos navegando a barlovento de Martinica, rodeando su extremo sur para ir a fondear al puerto de Le Marin, en una amplia ensenada llena de veleros.

Sailboats in the port of Le Marin, Martinique

El barco marrón que se ve en primer término resultó ser de un alemán muy simpático, barbudo y panzudo. Me contó que había cruzado el Atlántico en solitario, sin piloto automático, a base de atar la barra del timón a la botavara para irse a dormir por las noches. No quise preguntarle los detalles, que no estaba seguro de poder comprender. Le pregunté si iba a seguir hasta el Pacífico. Me respondió que cruzar el canal de Panamá costaba $3,000. Como no tenía ese dinero, planeaba ir por el norte, por el infame "Nortwest Passage" al norte de Canadá. Creía que podría hacerlo en verano. Le pregunté si no le tenía miedo al frío. Me dijo que ya había navegado en aguas frías, hasta el extremo norte de Noruega.

Habíamos fondeado en un sitio profundo, con el ancla a ocho metros de profundidad. Me eché al agua y bajé hasta el ancla, que estaba bien enterrada en la arena. El fondo era una mezcla de arena y rocas, con algo de coral y muchos peces.

En realidad, nos había tocado la lotería con el fondeo.

Noël me había encargado que limpiara los cascos de Lala de percebes, no de los que se comen, sino esos pequeños conos rocosos que te pinchan los pies en las rocas de entremareas de Galicia. Estaba dándole a la rasqueta cuando vi algo en el fondo, casi debajo de Lala. ¡Un barco hundido!

Cogí la cámara submarina y bajé a hacer fotos. Ésta es la proa del barco.

Bow of sunken boat covered in seaweed.

Se trataba de un pequeño velero, el casco casi intacto, que servía de refugio a numerosos peces. Había dos Pterois, uno muy grande con estrías negras en vez de rojas, pero no salió muy bien en la foto. Éste es el otro.

Lionfish and chains.

A nueve metros de profundidad, no se aprecian bien los colores.

Tropical fish of bright yellows and blues.

Santa Lucía, martes 6 de mayo

Al día siguiente, dejamos Martinica para cruzar las pocas millas que la separan de la isla de Santa Lucía. Nuestro plan era hacer noche en Rodney Bay, una ancha playa a sotavento del extremo norte de la isla. Hay un islote unido a la isla por un istmo de arena, donde fuimos a fondear.

Un lugareño se nos acercó en un bote a vendernos fruta. Compramos mangos y fruto de la pasión, que tiene un olor delicioso pero es un poco ácido para comer solo. Días más tarde, descubrí que es un buen desayuno mezclado con yogurt y muesli.

Almorzamos e intentamos echar la siesta. Pero la playa tenía mucho ambiente, con música a todo volumen y un DJ que no paraba de hablar sobre ella.

Así que levantamos anclas y seguimos hacia el sur por la costa oeste de Santa Lucía. Como la isla bloquea los alisios, fuimos a motor. Vimos hoteles y varias mansiones, como este palacete estilo oriental.

Fancy mansions over cliffs

Finalmente, fondeamos en esta playa, donde no había ningún otro barco.

Beach seen from the sea on the island of Saint Lucy.

Fui a bucear a las rocas de la derecha, que tenían varias cuevas que se adentraban en los acantilados. Pero el agua estaba turbia. Las cuevas eran más anchas bajo el agua que sobre ella y tenían un aspecto tenebroso. Encima, al entrar en una me cayó encima un cangrejo, dándome un susto de muerte. Después de dar un paseo por la playa, llena de cocos secos, volví a nadar hacia el barco. Otro susto: una serpiente nadando por el fondo debajo de mí.

Saint Vincent, miércoles 7 de mayo

Al día siguiente, miércoles 7 de mayo, seguimos hacia el sur para cruzar hasta la isla de Saint Vincent.

Navegando a vela con poco viento, pronto avistamos los espectaculares "pitones" de Santa Lucía.

The Pitons of the island of Saint Lucia viewed from a sailboat.

Saint Vincent tiene una costa tan abrupta como la de Santa Lucía, con acantilados y montañas cubiertas de bosques.

Island of Saint Vincent viewed from a sailboat.

Pequeños pueblos con casa multicolores rodean las calas.

Coast village in the island of Saint Vincent, viewed from the sea

Bequia, miércoles 7 al viernes 9 de mayo

No hicimos noche en Saint Vincent, sino que seguimos hasta la isla de Bequia, la primera del archipiélago de las Granadinas, una serie de islas, islotes y atolones que van desde Saint Vincent hasta la isla de Grenada. Forman una nación con Saint Vincent, menos Carriacou, la isla de más al sur, que pertenece a la nación de Grenada.

Bequia es la mayor y la más norteña de las Granadinas. Fuimos a fondear a Port Elizabeth, al final de la bahía en su lado oeste. Aquí nos estamos aproximando a esa bahía.

Island of Bequia viewed from a sailboat.

Al día siguiente fuimos a tierra. Mientras Noël hacía el papeleo de inmigración y compras para el barco, yo fui a dar un paseo. Hacia el norte había casas de lugareños y esta cabaña abandonada con curiosos grafitis de rastafaris, aunque no sé hasta qué punto representan a esta religión.

Shack with Rastafarian graffiti

Volví sobre mis pasos y me dirigí al sur, donde encontré un sendero que bordea la orilla, mucho más atractivo que el otro. Había dos negocios de buceo, donde me paré a preguntar sus precios. Luego el sendero trepa sobre unos acantilados para bajar a una playa.

Desde lo alto de los acantilados pude sacar esta foto de Lala, el catamarán de Noël en el que viajaba. Tiene 48 pies de eslora. Fue fabricado por los astilleros Outremer de Francia. Noël hizo modificar la proa y la popa, dándole más eslora y velocidad. Hay dos velas enrolladas en la proa: una génova adelante (más grande, para menos viento) y un foque más atrás. Ya no se fabrican barcos como éste. Los nuevos modelos Outremer de 45 pies de eslora tienen una cabina más amplia y con más ventanas, pero menos aerodinámica.

A sailing catamaran anchored near a floating bar and other boats.

Lo que hay detrás es un bar flotante, al que acuden las tripulaciones de los barcos en sus neumáticas. Aquí lo tenéis, lleno de gente en una preciosa puesta de sol.

Sunset with red clouds, a floating bar and boats in a bay.

No me hacía falta bucear con botellas. Nadando desde el barco a la orilla, a muy poca profundidad, pude ver una gran variedad de vida marina. Incluyendo una tortuga, pero no pongo la foto porque saqué otras mejores más adelante.

Bajo una roca encontré varias langostas.

Lobsters under a rock

Un pez globo con piel de leopardo.

Puffer fish with leopard dots

Peces globo de lunares.

Three dotted puffer fish.

Y un pez trompeta rodeado de salmonetes.

Trumpet fish in a sea cave.

Al día siguiente, 9 de mayo, fuimos a explorar el lado oriental de Bequia. Levamos ancla al amanecer.

Sunset over the island of Bequia

Rodeamos los islotes de la punta oeste de la isla.

Rocks in the cape of the island of Bequia.

Y fuimos a fondear a Friensdship Bay. La idea era de bucear en un arrecife que hay entre un islote y la isla principal.

En Bequia todavía se practica la caza de ballenas, aunque afortunadamente se matan pocos ejemplares. En el islote que cierra Friendship Bay por el oeste, hay una rampa donde descuartizan las ballenas. Vimos algo blanco en la rampa y nos acercamos con la neumática a investigar. Eran los restos descompuestos de una ballena. Le dije a Noël que nos marcháramos, antes de que el viento cambiara y nos trajera el mal olor. En ese momento, las olas nos empujaron sobre el arrecife hasta que la neumática casi encalló en las rocas. Noël tuvo que sacar la cola del motor del agua. Ponerme en pie sobre las rocas con los pies descalzos era arriesgarme a pisar un erizo o a cortarme con un coral. Ya había tenido problemas similares en mi juventud, haciendo pesca submarina en Galicia, y todavía tengo cicatrices de pinchazos de erizos. Me puse las aletas para protegerme los pies. Antes de que pudiera echarme al agua, Noël se las apañó para sacarnos de allí manteniendo el motor levantado con la hélice apenas sumergida en el agua.

Fuimos a anclar a la playa y nos echamos al agua para bucear. El arrecife forma una pared que se adentra en el mar, con cuevas, grietas y corales. Hice algunas fotos, pero no las pongo porque no son tan buenas como las de otros sitios.

Decidimos no pasar la noche en Friendship Bay. Tras una corta visita a la isla de al lado, Petit Nevis, donde había un puerto ballenero, seguimos a nuestra siguiente parada: la isla de Canouan.

De Bequia a Canouan, viernes 9 de mayo

Con mar cruzada y poco viento, dejamos a estribor la Isle A Quatre, pasando por el canal entre ella y Petit Nevis. A lo lejos, a babor se divisaban las islas de Baliceaux y Mustique. La foto muestra las islas de Mustique y Petit Mustique bajo grandes cumulonimbos.

Cumulonimbus over Mustique island.

Así como una serie de islotes y arrecifes llamados The Pillories.

The Pillories islets.

Frente a nosotros estaba la isla de Canouan.

Canouan island viewed from a sailing catamaran.

El sol se puso justo antes de llegar.

Sunset in the sea with sailboat pulleys.

Fondeamos en Soho Beach, en la amplia bahía que hay al oeste de Canouan. Aquí la vemos al caer la noche.

Soho beach in Canouan island at sunset

Con el mar en calma, cenamos y nos fuimos a la cama. En las Antillas, aun cerca del solsticio de verano, el sol se pone a las seis y a las siete ya es de noche.

Clouds after sunset over the horizon of the sea, with boats.

Buceando en Canouan, sábado 10 de mayo

Como de costumbre, me fui a nadar al amanecer, nada más levantarme. Con aletas, gafas y snorkel, me dirigí hacia las rocas que flanqueaban el norte de la playa. Me encontré con una sorpresa: ¡Otro barco hundido! Era más grande y estaba a menos profundidad (unos 4 metros) que el que había visto en Martinica.

Volví a Lala a por la cámara. Hice un montón de fotos pero, cuando las quise bajar al ordenador, habían desaparecido. Noël se puso a investigar el problema mientras yo desayunaba.

Al mediodía, con la cámara ya arreglada. Noël y yo volvimos al barco hundido. Estaba lo suficientemente cerca de la superficie para que Noël pudiera bucear a verlo.

El barco estaba partido en dos. A un lado estaban los restos de la cubierta de proa, bocabajo. La popa estaba más intacta, con el timón, cornamusas y uno de los winches.

Rudder wheel of sunken sailboat.

Y la hélice...

Propeller of sunken boat.

Bajo la popa había escondidas un montón de langostas.

Lobster under sunken boat.

Claro que hay que tener cuidado de donde echas la mano, porque también hay murenas.

Moray eel under sunken boat.

Cansados de fotografiar peces, Noël y yo nos pusimos a sacar fotos de nosotros mismos. Éste soy yo, al timón del barco fantasma.

Free diver grabbing the wheel of a sunken boat.

Y éste es Noël. La sombra tras él es lo que queda de una de las velas del barco.

Free diver on a sunken boat.

Por la tarde fuimos a comprar comida al pueblo de Canouan. Subimos andando hasta el collado desde donde se divisa el otro lado de la isla. Había casas sin tejado, abandonadas, resultado del paso del huracán Beryl el verano anterior.

Isla de Mayreau, sábado 10 al domingo 11 de mayo

Luego zarpamos a la isla de Mayreau, donde íbamos a hacer noche antes de ir al atolón de Tobago Cay. Es un parque nacional donde hay que pagar para fondear, así que ahorramos dinero pasando la noche en Mayreau para ir al atolón temprano al día siguiente.

Fuimos a fondear a Carnash Bay, en el extremo norte de la isla de Mayreau. No éramos los únicos en tener esa idea: la pequeña cala estaba llena de barcos. Un vigilante en su motora nos indicó que echáramos el ancla casi en la barra de arena que la cierra por el este, formando un istmo a un islote.

A la seis, me despertó la lluvia cayendo con fuerza sobre el barco. Decidí que un temporal de lluvia y viento no me iba impedir hacer mi buceo matutino. Me encanta bañarme cuando llueve. Total, dentro del agua ya estás mojado. Es bonito ver caer las gotas sobre la superficie mirando desde abajo. Llovía tan fuerte que las gotas me hacían daño en la piel desnuda. Me apresuré a ponerme las aletas, las gafas y el snorkel. En el agua se estaba más caliente que afuera.

Al principio, no había gran cosa que ver, sólo una pradera submarina de posidonia y otras plantas. Luego vi una serpiente deslizándose entre unos cantos rodados. Me piré enseguida, sin pararme a investigar más. Las serpientes de mar gozan de fama de ser muy venenosas. Se me metió en la cabeza la canción de la Orquesta Mondragón, Viaje con nosotros: "gozará de la amistad de sirenas y de serpientes de mar". No, gracias!

En la entrada de la cala, el mar se hacía más profundo y empezaba el arrecife. Me divertí un rato viendo peces loro, pargos, peces globo y otros que no sabría nombrar.


Cayo Tobago, domingo 11 y lunes 12 de mayo

Cayo Tobago es un gran atolón parecido a los del Pacífico, con un arrecife barrera que circunda a una amplia laguna. Ésta es una foto satélite que me bajé de la app de meteorología Windy:

Satellite view of Tobago Cay.

Continuó lloviendo mientras desayunaba. A pesar del mal tiempo, salimos para Cayo Tobago, a motor, ya que el viento nos venía de frente y la distancia era demasiado corta para que valiera la pena poner velas. Pronto nos recibió un chubasco.

Stormy seas and pulleys.

Apenas escampó, llegamos al canal entre las dos islas en el centro de la foto satélite de arriba. Cayo Tobago es un parque nacional donde no se permite anclar para pasar la noche. Hay que amarrar el barco a una de las boyas puestas para eso.

Noël me instruyó sobre cómo atrapar la boya a mano, por la aleta de popa. La primera boya que atrapé no tenía cuerda para atar el barco. La segunda sí, acabada en un ojal metálico por donde pasé un cabo, que Noël luego llevó a proa.

Bajamos la neumática. Sorteando la isleta de la derecha y los numerosos veleros atracados en boyas junto a ella, fuimos a bucear al borde occidental del arrecife. Sin embargo, no había ningún canal que nos permitiera pasar al otro lado de la barrera de coral, ni siquiera a nado. Dentro de la barrera de coral había muy poco profundidad y pocos peces, menos que en mi buceo matutino en Mayreau.

Volvimos al barco y me eché a bucear en las aguas profundas a su lado. Había 9 metros de profundidad bajo Lala, más de lo que había dado el sonar en toda la travesía desde Mayreau. Siguiendo el borde de la isla, encontré muchas más cosas interesantes que en la barrera de coral.

Las siguientes fotos las hice al día siguiente, en mi buceo matutino.

Éste es un tiburón nodriza (Ginglymostoma cirratum). Pasan la mayor parte del tiempo durmiendo. Son inofensivos, si no se los molesta.

Esto es una langosta mocha (Scyllarides latus) de considerable tamaño, como unos 30 cm de largo. En Galicia las hay mucho más pequeñas. Los llaman 'santiaguitos' porque dicen que tienen la cruz de Santiago en la cabeza.

Slipper lobster and fish.

Un pez loro dándome la bienvenida.

Parrot fish and coral.

Este pez amarillo y azul parece la bandera de Ucrania.

Yellow and blue tropical fish around coral.

Peces mariposa (Chaetodontidae).

Butterfly fish

Un pargo de rayas amarillas.

Yellow snapper and parrot fish around coral.

Otro pargo con un pez loro verde.

Blue-green parrotfish and yellow snapper.

Pez tropical posando para la cámara.

Moor fish

Más tarde ese lunes cambiamos el fondeo a una boya cerca de la isleta de la derecha. Allí hay una llanura de arena y plantas a poca profundidad donde se pueden ver muchas tortugas marinas.

Las boyas están muy cerca una de otra, y ya había muchos barcos fondeados en ellas. Elegimos una cerca de la isla, entre dos barcos ya amarrados a sus boyas. De nuevo, agarré la boya por la popa y dispusimos un cabo para llevarla a proa. Sin embargo, esta vez el viento soplaba fuerte, presionando sobre el barco. El cabo que iba a la boya se tensó sobre cubierta, doblando uno de los candeleros de proa. Los candeleros son unos postes de acero que sujetan los cables de seguridad que rodean la borda del barco. Noël se puso a gritar cuando vio lo que había pasado, pero dijo enseguida que a culpa era suya.

Nos echamos los dos al agua con nuestras gafas y aletas. Esta vez le di la cámara a Noël, ya que, con la poca profundidad que había, podía hacer fotos desde la superficie. Sacó muy buenas fotos, como éstas de tortugas...

Turtle seen from above.

Tortuga sumergiéndose después de subir a respirar:

Turtle diving from the surface

Una raya moteada:


Spotted ray.

Luego cogí yo la cámara. Saqué fotos desde el fondo. En ésta hay dos tortugas, una de ellas pastando las hierbas subacuáticas de las que se alimentan:

Two turtles grazing on the bottom of the sea.

Otras dos tortugas, una con un color oscuro poco corriente:

Two sea turtles.

Junto al muerto que anclaba nuestra boya había una enorme raya enterrada en la arena:

Ray buried in the sand

Agarrado a la cadena de la boya, sin moverme, esperé a que los peces se acercaran a curiosear, lo que me permitió sacar algunas buenas fotos, como la de este pez globo:

Spotted parrot fish.

De Cayo Tobago a la isla Unión a la isla de Carriacou, martes 13 de mayo

Escribo esta parte el mismo día que hicimos esta singladura, para que sea más un diario que unas memorias.

El viento sopló fuerte toda la noche, tanto que levantó olas en la laguna que hay entre el arrecife barrera y el sitio donde estábamos anclados. Me levanté a las 6 y decidí pasar de mi baño matutino, para acabar mi desayuno antes de que Noël diera la orden de ponernos en marcha. Desayunamos viendo las peripecias de un catamarán lleno de turistas para amarrar en la boya de fondeo a nuestro lado. Una chica casi se tuvo que descolgar de la proa para atraparla con un gancho, que era demasiado corto para la altura de la borda de ese barco.

Salimos hacia la isla Unión por un estrecho canal que sorteaba arrecifes. La isla Unión tiene un perfil bonito, con un picacho espectacular en el centro.

Union island seen from the sea.

Sin embargo, el puerto ofrecía un panorama de bastante pobreza, con gente viviendo en tiendas.

Port of Union island.

Teníamos que ir a tierra a hacer el papeleo para autorizar al barco a estar en las Granadinas y, de paso, comprar algo de comida. El primer muelle en el que intentamos amarrar la neumática estaba destruido. En el segundo, nos ofrecieron todo tipo de ayuda: para vigilar la lancha, para que compráramos pescado. Nos sentimos tan atosigados que ignoramos a un grupo de jóvenes que nos querían indicar cómo llegar a inmigración, lo que los hizo sentirse ofendidos.

En inmigración, esperamos con un grupo variopinto de gente de barcos: canadienses, franceses, ingleses y americanos. Despotricamos sobre Trump y hablamos de nuestros planes de viaje.

La razón de la pobreza de la isla Unión es que pasó por ella el ojo del huracán Beryl, el 1 de julio del 2024. Golpeó como huracán de categoría 4 la isla de Carriacou, y luego pasó sobre Unión, Mayreau y Canouan. Esta foto muestra una casa de la isla Unión, aún sin techo casi un año después.

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De vuelta al barco, decidimos almorzar, descansar un rato y luego seguir hacia Carriacou. Había fuerte viento por la aleta, casi en popa, por lo que fuimos sólo con el génova. Ésta es la isla Unión vista desde popa.

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En Carriacou también se ven los efectos del huracán Beryl.

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La inevitable foto de la puesta de sol...

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Camino de Grenada, miércoles 14 de mayo

La isla de Carricou es parte de las Granadinas, pero forma parte de otro estado, el de la isla de Grenada. Sólo nos detuvimos en ella para pasar la noche. Salimos a media mañana, con viento del través, rumbo a Grenada. Carricou y los islotes circundantes, vistos desde popa:la de Carricou es parte de las Granadinas, pero forma parte de otro estado, el de la isla de Grenada. Salimos a media mañana con buen viento del través rumbo a Grenada.

Éstos son Carricou y los islotes circundantes, vistos desde popa:

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De camino, teníamos que pasar cerca de varias islas pequeñas, como este impresionante peñasco llamado el Diamante:

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Con Grenada ya viéndose al fondo, navegamos entre dos escollos:

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El de la izquierda es una interesante formación de granito, dividida en dos por una ranura.

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Grenada, miércoles 14 al domingo 18 de mayo

Poco después empezamos a pasar la isla de Grenada por su lado de sotavento. Yo sólo conocía a Grenada a raíz de su invasión por tropas americanas que ordenó el presidente Ronald Reagan el 25 de octubre de 1983. Me la imaginaba una pequeña isla de desolada. En realidad, es una gran isla con una superficie de 344 kilómetros cuadrados. Como comparación, Ibiza tiene una superficie de 572 kilómetros cuadrados. Es una isla muy verde, cubierta de bosques tropicales, con picachos que se pierden en las nubes.

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Navegamos un buen trecho hacia el sur de la isla. A pesar de estar del lado de sotavento. El viento continuó soplando bastante fuerte, de través, lo que nos proporcionaba buena velocidad. Noël decidió fondear en una playa que nos recibió con un arco iris.

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Había un pueblo de pescadores con algunos edificios modernos. En general, Grenada parece un país más rico que las islas Granadinas.

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Al día siguiente, jueves 15, fui a bucear nada más despertarme. En una de las puntas de la playa había un bonito arrecife de coral. Sin embargo, esta vez no hice fotos. Difícil de superar las de Cayo Tobago.

Poco después, bajamos a motor hasta la capital de Grenada, Saint George. Noël fue a visitarla en la neumática. Yo me quedé en el barco, leyendo y escribiendo. Esto es Saint George, visto cuando nos marchamos.

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Estábamos ya en el extremo suroeste de la isla de Grenada, que es una zona turística con hoteles elegantes.

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Al doblar la punta está el aeropuerto. La pista de 3 km de largo fue lo provocó la invasión de EEUU. Se construyó con ayuda de los cubanos, y los americanos pensaron que se podría usar para el aterrizaje de aviones de la Unión Soviética. Esto es lo que pudimos ver del aeropuerto desde el mar.

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Entramos en una de las profundas bahías que se internan como dedos en el sur de la isla de Grenada: Mt Hartman Bay, a la izquierda del mapa.

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Conmigo vigilando en la proa, Noël fue sorteando los muchos barcos que había fondeados desde la misma entrada de la bahía. Aprovechando el poco calado de Lala, acabamos echando el ancla a pocos metros de una playa rodeada de hoteles y mansiones, la playa de L'anse aux Épines.

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Al día siguiente, 17 de mayo, decidimos ir a fondear a otra bahía más al este, Phare Bleu Bay. Está en el centro del mapa. Como la distancia era corta y el viento venía de frente, fuimos a motor. Los alisios soplaban con fuerza, levantando olas grandes que rompían en arrecifes todo a nuestro alrededor. Noël los sorteaba mirando al mapa en su ordenador, que indicaba nuestra posición por GPS. Además, la entrada en las bahías está marcada por boyas. La convención de EE.UU, usada aquí es la de las 3 Rs: “return, red, right” – Al volver a tierra, dejad la boya roja a la derecha. Navegar en esas aguas en el pasado, sin GPS ni boyas, debía ser una auténtica pesadilla. Por fin entramos en la bahía. Anclamos al socaire de la isla Adam, ocupada en su totalidad por un lujoso hotel que me recordaba a los de la serie de televisión The White Lotus.

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Fui a bucear al arrecife que forma un istmo sumergido a la isla, pero el agua estaba revuelta con muy poca visibilidad. El tiempo parecía estar cambiando, con viento más fuerte y nubes cargadas de lluvia.

Fin de trayecto: Trinidad

El 18 de mayo amaneció desapacible, con un cielo gris uniforme que no acababa de soltar su lluvia. El viento seguía siendo fuerte, pero había rolado al sureste, por lo que no podríamos ira Trinidad con el viento al través, como habíamos esperado, sino en ceñida. Olas grandes se veían romper en los arrecifes que cerraban la bahía.

Noël planeaba viajar de noche, para asegurarse de que llegáramos a Trinidad de día. Fue adelantando nuestra hora de salida hasta las tres de la tarde, cuando izamos la mayor y empezamos la última singladura de nuestro viaje.

Tras sortear cuidadosamente los arrecifes de la entrada, desenrollamos el foque, apagamos los motores y pusimos rumbo a Trinidad. Noël puso rumbo más al este de lo necesario. Eso compensaba nuestra deriva y aseguraba que no tendríamos que dar bordos de ceñida si el viento rolaba a desfavorable. Pero había una razón más tétrica. A medio camino entre Grenada y Trinidad hay una plataforma petrolífera. En ocasiones, motoras llenas de hombres armados habían esperado bajo la plataforma para asaltar cruceros como el nuestro. Lo de los piratas del Caribe no es sólo una atracción de Disneylandia. Por si acaso, Noël planeaba pasar bien a barlovento de la plataforma. Además, es mejor navegar de noche, cuando los barcos son difíciles de ver, mientras que de día las velas se ven desde muy lejos.

Ese rumbo nos ponía en ceñida cerrada. Las olas eran grandes y formaban mar cruzada, que es cuando se combinan dos grupos de olas que viajan en distintas direcciones. Con mar cruzada, el mar se llena de picos y agujeros, que mueven el barco en todas direcciones. ¡Menos mal que me había tomado pastillas contra el mareo!

Al caer la noche organizamos las guardias. Como de costumbre, a mí me tocaría la de media noche, de doce a tre de la mañana. No me podía quejar. A Noël le tocarían dos guardias, de nueve a doce y de tres a seis.

Poco antes de anochecer, vi un ave marina de alas puntiagudas pasar cerca de las velas. Pronto supe por qué. El pájaro giró en nuestra popa y aterrizó a sotavento de nuestra cabina. Al ajustar las velas, llegué a acercarme mucho a él, pero eso no pareció preocuparlo. Se quedó con nosotros toda la noche.

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A las seis cenamos una ensaladilla rusa que yo había dejado preparada. A las siete me fui a dormir, dispuesto a aprovechar el mayor número posible de horas de sueño.

Noël me despertó poco antes de las doce. La plataforma petrolífera de la que hablamos antes quedaba ya a popa, iluminada como un árbol de Navidad en medio de la oscuridad del mar. Otras dos plataformas petrolíferas se veían en la distancia, una el este y otra al oeste.

Al pasar la plataforma petrolífera habíamos cambiado a un rumbo más favorable al viento. Las olas habían disminuido de tamaño y ya no había mar cruzada. El viento también era más flojo. Nos permitía desenrollar la génova, pero no hacía falta aumentar nuestra velocidad. Ya estábamos cerca de Trinidad, y llegar allí de noche sólo nos iba a complicar la vida.

A Noël se le veía cansado. Lo dejé acostarse sin hacerle más preguntas. El rumbo nos daba para abrir las velas pero, ¿tal vez no debía hacerlo?

Fui a su ordenador a ver el mapa de nuestros curso. El AIS me señaló un barco justo enfrente. Salí afuera, pero no vi sus luces. Encendí el radar, pero tampoco lo señalaba. ¡Qué raro! ¿Un barco fantasma? No, probablemente otro velero, demasiado pequeño como para verlo o incluso reflejar el radar. Me daba una disculpa para virar treinta grados a sotavento. Ahora, claramente, hacía falta abrir más las velas. Eso me tuvo entretenido un rato.

Más barcos aparecieron en la pantalla del ordenador. Uno grande de pasajeros se acercaba por babor y nos iba a pasar por popa. El primer barco quedaba ahora también a babor. Por fin conseguí verlo: una luz roja en la distancia. Los dos barcos pasaron muy cerca el uno del otro.

Delante, ya se adivinaba el perfil montañoso y algunas luces de Trinidad. Podía olerla, un perfume de bosques y maleza bastante agradable..

Las tres de la noche llegaron enseguida. Desperté a Noël y me bajé a dormir.

Entre sueños, sentí que las olas disminuían de tamaño. El barco pareció ralentizarse. Incluso oí flamear las velas. El sonido del motor acabó por despertarme. Miré el reloj: las seis y media. Se suponía que mi guardia empezaba a las seis.

Subí a ver qué pasaba. Noël me dijo que habíamos avistado tierra demasiado temprano. Como no había casi viento, dejó el barco parado y se echó a dormir.

El sol ya había salido tras las nubes. Los montes cubiertos de selva de Trinidad casi se podían tocar con la mano.

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Un estrecho canal nos conducía al golfo de Paria, un mar interior que separa a la isla de Trinidad de Venezuela. Adelante, vimos el catamarán tipo Catana que había estado anclado junto a nosotros en Grenada. Luego supimos que se llama Nirvana.

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Fui a proa para ver mejor el paisaje. Un grupo de tres delfines salieron a darnos la bienvenida, jugando bajo las proas.

A la salida del canal, viramos a la izquierda para seguir la costa hacia nuestro destino final: Chaguaramas, un pueblo al norte de la capital de Trinidad, Port of Spain. Allí, Noël sacaría su velero Lala fuera del agua para almacenarlo en tierra durante la temporada de huracanes. En noviembre, volverá a ponerlo en el agua para proseguir su viaje, yendo hacia el norte por la costa este de EE.UU. para luego cruzar el Atlántico y volver a Francia.

Las islas de Trinidad y Tobago forman una nación independiente. Mientras que la isla de Tobago está mar adentro y puede ser considerada una de las Antillas, Trinidad claramente forma parte de la masa continental de Sudamérica, estando separada de Venezuela por el amplio golfo de Paria y dos estrechos. Sin embargo, Trinidad tiene una cultura distinta del resto de Sudamérica: hablan inglés y conducen por la izquierda. Sus habitantes son descendientes de esclavos africanos y de hindúes.

Trinidad tiene un aspecto más próspero que las Antillas que habíamos visitado. Quizás por eso los controles de inmigración fueron más estrictos. Noël y yo tuvimos que rellenar un montón de formularios y visitar dos oficinas distintas.

El puerto de Chaguaramas está lleno de veleros anclados, muchos de ellos esperando ser izados a tierra en las dos marinas que hacen negocio con eso. Ésta es una vista del puerto al anochecer del 20 de mayo.

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Pasamos el martes 20 de mayo guardando velas y escotas, y limpiando el barco por dentro con lejía para evitar que crezca el moho durante su almacenaje. El clima de Trinidad es caluroso, húmedo y muy lluvioso. Cuando se guardan en tierra, muchos barcos son cubiertos por una tienda para evitar que los moje la lluvia. Dentro, se instalan deshumidificadores y aire acondicionado para mantener el aire seco. Sin embargo, Noël no estaba dispuesto a pagar por esos lujos. Estaba seguro de que en Lala no entraría agua de la lluvia, y piensa que con deshumidificadores químicos, a base de gel de silica, sería bastante.

El miércoles 21 amaneció lluvioso. Teníamos hora a las 10:30 para sacar el barco del agua. Por suerte, escampó conforme íbamos a la marina de Peake. Metimos a Lala en una dársena, de donde lo sacó una grúa sobre ruedas.

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Un empleado de la marina quitó las algas de los cascos con una manguera a presión. Luego, bajaron a Lala a un transportador especial, que llevó al barco a una explanada al final de la marina, junto a la entrada.

Mucha gente sigue viviendo en los barcos cuando están en tierra. Algunos vuelven año tras año, y pasan todo el verano allí. Algunos barcos instalan aire acondicionado para escapar del calor asfixiante del trópico. Aquí vemos un barco adaptado como casa, con una escalera de madera para subir a él.

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La mayoría de los barcos, sin embargo, quedan vacíos. Vivir en un barco en tierra tiene sus problemas, como descubrí la única noche que pasé en Lala el aparcamiento de barcos. Al no estar en el mar, no puedes usar el WC, ya que no desagua al mar. Hay que bajarse del barco por una escalera e ir andando hasta los baños, que quedaban bastante lejos. Para un vejete como yo, que tiene que mear un par de veces durante la noche, eso no es muy cómodo.

El jueves 22 fui a desayunar a la cafetería de la marina. Me pedí un desayuno a la americana, a base de huevos fritos, pero también con una ensalada de pescado salado al estilo local. Me quedé leyendo un par de horas, disfrutando del aire acondicionado. Empezaba a estar harto del clima tropical, que no es tan grato como lo pintan. Tenía ganas de estar de nuevo en mi casa de Los Ángeles, disfrutando del "May gray" y el "June gloom": las nieblas frescas del Pacífico que cubren la parte occidental de Los Ángeles a finales de la primavera y principios de verano.

A las once me recogió un coche de TTRideShare, un servicio de Trinidad parecido al Uber. Tardamos una hora en llegar al aeropuerto. Con el aire acondicionado a tope, no me puedo quejar. Fui mi oportunidad de ver la cultura de Trinidad. Una cosa que me sorprendió fue la falta de iglesias. Sin embargo, vi parques de atracciones y una universidad.

Había comprado un asiento de ventanilla en el avión a Miami. Pero no sobrevolamos las Antillas por las que había estado navegando. Cruzamos Puerto Rico y avistamos la isla de la Hispaniola (República Dominicana y Haití) en la distancia. Luego sobrevolamos las Bahamas. Me despido con una foto desde el avión como la que abre este artículo.

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